Un hombre polifacético

Juan Carlos Papa nació en Escobar hace 73  años, y vive desde hace casi 30 en El Cazador. Múltiples actividades que desarrolló durante su vida tuvieron en común promover la solidaridad, la integración  y el desarrollo del Partido de Escobar y de su población. En un reportaje que le concedió a nuestro periódico cuenta pormenores de la Fiesta de la Flor, de su paso por la función pública y de sus vivencias como habitante de El Cazador. 

¿Dónde nació Juan Carlos?

Soy nativo de Escobar. Nací casualmente en lo que era la casa de la partera del pueblo de ese entonces, que fue después mi madrina, en la calle Ingeniero Marconi, actual calle E. Ameghino. Ahí vivía Aurora Rolla de Penna, y mi mamá colaboraba con ella, con las parturientas, porque medio Escobar nació en esa casa, en la cual viví algunos años. Mis abuelos fueron italianos y españoles. Mis padres, escobarenses.  Mi padre, Don José A. Papa, fue funcionario público en la época en que Escobar era delegación de Pilar, era el segundo del Delegado Municipal, el que cubría todos los flancos, entre ellos el de la inspección general -manejar la cuadrilla, otorgar los registros-, la estructura en esa época era pequeña. Después estuvo cuando Escobar ya era Partido de Escobar, en el gobierno municipal de aquel entonces, hasta que vino la famosa Revolución  y lo sacaron. El gobierno de Ferrari Marín lo reincorporó. Al quedar fuera del Municipio trabajó en la panadería de Brusi, donde fabricaban la primera harina leudante, llamada Rex Harina, que se vendía en todo el país. El vendedor era Oscar Larghi, padre de Daniel, que después tuvo una de las inmobiliarias mas importantes de Escobar

¿Dónde estudió?

El primario lo hice en Escobar, en la ex Escuela 9, y el secundario en Buenos Aires. Es una historia linda, porque yo estudié en una escuela técnica, en esa época no había ninguna acá en Escobar. Viajaba todos los días, salía a las 6.20 de la mañana y volvía 8 menos 10 de la noche, llegaba a Colegiales, con trasbordo previo en Ballester, si había plata me tomaba el tranvía hasta Chacarita, donde estaba la escuela; y si no había caminaba unas 20 cuadras. De pibe yo me pagaba los estudios pasando películas en los cines Italia (actual Teatro Seminari-Cine Italia) y Rex de Escobar. A instancias un poco mías le pedí a las autoridades que mantuviera el nombre del cine (Italia). Ahí funcionaba además la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, del que mi abuelo y mi padre fueron presidentes y yo directivo. En definitiva, volvía rapidito a mi casa, comía algo y me iba al cine hasta las 12.30 o 1 de la mañana. Después a dormir apurado.

¿Cómo se viajaba en aquel entonces?

Bien, normal,  los trenes tenían vagones de primera y segunda. Eran muchísimos pasajeros porque la mayor parte de la población trabajaba en Capital.

¿En qué calle vivía?

En Belgrano entre 25 de Mayo y Don Bosco. Era un Escobar muy campechano, un Escobar lindo, donde todos nos conocíamos.

¿Y después de recibirse?

Mi papá me puso a trabajar en Stone  y Compañía -acá en Escobar-, una empresa inglesa que fabricaba material ferroviario. Entré como aprendiz, como operario. Mi primer trabajo allí fue limpiar una moladora gigante, ¡del polvillo quedé negro en ese primer día! Después hice el servicio militar en el Batallón de Comunicaciones en Campo de Mayo. La pasé bien, mi destino fue el depósito de ropa y de víveres. Después regresé a Stone donde terminé siendo jefe de área. Fue una carrera muy rápida. Y terminé como gerente de planificación y producción. Después con un socio tuve la satisfacción de adquirir esa empresa y transformarla en una empresa proveedora de Fiat Materfer, incursionamos en la industria del petróleo y abrimos en la década del 70 cinco locales de venta de pintura en Escobar, Garín, Campana y Zárate.

¿Cómo fue su incursión en la Fiesta de la Flor?

En 1975, se me presenta Don Luis Brusi, el presidente de la comisión directiva de la Fiesta, junto al secretario de la misma, y me propone asumir la Secretaría. Un año después se produjo una asamblea e ingresé como secretario. Hasta 1996. Don Luis ya estaba muy mayor, después de presidir 30 años la Fiesta. Hicimos en ese tiempo muy buenas obras y trabajamos mucho. Cuando por alguna razón había que ampliar, hacer obras y la plata no alcanzaba, hacíamos exposiciones itinerantes al interior. Era como un circo, nos trasladábamos durante 3 o 4 meses.

En los últimos tiempos la Fiesta sufrió un dramático declive. ¿Por qué falla ahora cuando antes todo funcionaba tan bien?

Don Luis siempre miraba hacia adelante. Era una persona que veía más allá. Él incorporó  a la Fiesta algunos atractivos, por ejemplo en el 80 comenzó con el carillón. Él había ido a una exposición en Bélgica, donde vio y de donde trajo un montón de ideas. Íbamos a traer un carillón importado, pero llegó  el conflicto de Malvinas y se cerró la importación. Encontramos entonces a un hombre que había manejado al  carillón del Congreso de la Nación y trajo sus ideas; viajamos a una fábrica de campanas en Santa Fe. Fuimos con mi auto que  prácticamente estaba al servicio de la Fiesta.  Allá nos encontramos con  el dueño de la fábrica, cuyo sueño era hacer un carillón que pudo plasmar con nosotros. Ellos fabricaban las campanas y se diseñaron las torres. Los arquitectos de la Fiesta,   Benzaquén, Márquez (ambos vecinos del Cazador) y Iacouzzi, contratados por concurso,  hicieron el diseño de la ciudad floral. En tanto el carillón funcionó perfecto.  Después agregó otro ítem: las aguas danzantes, que lamentablemente fueron después anuladas. Al ritmo de la música o de las melodías del carrillón las aguas “danzaban” , era una belleza, un espectáculo de luces y color. Otra idea brillante de Don Luis fue la construcción de un hotel con salas de conferencias que no se pudo terminar por falta de fondos. Organizamos exposiciones latinoamericanas, internacionales, siempre se subía la apuesta. Me acuerdo cuando trajimos una serie de plantas exóticas de Sudáfrica, la gente se volvía loca. La innovación fue algo determinante.

Pero a qué obedeció el período de decadencia que se inició unos cuantos años atrás.

Hay varias razones. Primero, no hubo más innovación. Segundo, comenzaron a proliferar en Buenos Aires los grandes viveros de venta de plantas, que ya eran una exposición en sí mismo. Por ejemplo estaba el enorme vivero Faytful (en la Av Pueyrredón y en Acuña de Figueroa) que ocupaba prácticamente una manzana completa. Entonces, lo que veía la gente en la Fiesta de la Flor lo podía apreciar en esos nuevos y enormes viveros. Los tiempos cambiaron: el público que asiste ahora a lo largo de toda la Fiesta, antes entraba en un solo día. Por eso tuvimos que ampliar el predio y hacer un puente aéreo.

También fue presidente de la Cooperadora del Hospital Erill.

Fueron buenas épocas los años 70 y 80, hasta 1996 donde por cuestiones políticas no continué.

E ingresó en el Rotary Club con su señora.

Qué casualidad, empecé en 1975, en esa mismo época me fui desarrollando e involucrando en lo que fueron mis tareas institucionales: en la Fiesta de la Flor; Rotary, Cámara Empresaria, entre otras.

¿Cuándo ingresó en la Municipalidad?

Me convocó el entonces intendente Sandro Guzmán. Primero fui Director General de Relaciones Institucionales y cuando llegó el programa de Prevención Ciudadana, me pidieron ponerlo en marcha. Se contrató a la gente, se hicieron cursos de capacitación, recibimos fondos de Nación para ponerlo en marcha, y pasé a ser el Director General de Prevención Comunitaria. Adquirimos móviles, entrenamos al personal “caminante” e implementamos el sistema de cámaras.  Ahí estuve tres años, como jefe máximo, después vino un policía que pasó a ser secretario de seguridad. Pedí que me sacaran y luego estuve un año como Director General de Prensa, una tarea que me agradaba mucho, pero muy difícil para encontrar un punto de equilibrio entre la prensa local, la zonal y la nacional, en especial con la temática de las pautas que se contrataban con ellos.

Actualmente administra además un medio informativo local.

Así es, se trata del Nuevo Digital de Escobar. Lleva dos años y medio. Fue una iniciativa que nos planteó a mi socio y a mi, Carlos  Maipah (fundador del Diario de Escobar y durante largos años su propietario y director). Cuenta con una periodista y una diseñadora y experta en el manejo de redes. Ademas colaboro actualmente en la Fiesta de la Flor como comercializador.

Coméntenos cuándo conoció y se radicó en El Cazador.

Tengo una anécdota del barrio de cuando era chico, tenía 7 u 8 años. Hubo un evento, no recuerdo si era por la inauguración del puente Mercante sobre el río Luján o  de la primera sucursal del Banco Provincia, fuimos a un almuerzo a la hostería con mi madrina (Aurora). Allí, uno de los tradicionales mozos pertenecía a la familia Gnemmi. Me habían  puesto un saquito blanco, unos pantalones elegantes, y viene Gnemmi sirviendo la mesa y se le cae toda una porción de pollo, crema y no sé cuántas cosas más, encima mío. ¡¡¡Fue terrible!! (sonríe)

Conozco El Cazador desde que acá había fracciones con árboles frutales, veníamos y esto era un paseo.  Había muy pocas casas. Cuando me radiqué, exactamente el 29 de diciembre de 1990, ya había bastante gente permanente.

¿Cómo describiría al barrio?

Es un paraíso, una belleza. Todavía podemos despertarnos con el canto de los pájaros. Eso es impagable. Es realmente muy bello. Por ahí ha tenido algunos vaivenes en materia de seguridad, pero yo me acuerdo que en el 90 dormíamos con la puerta abierta. Por ahí ocurría algún hecho en una casa  de fin de semana, pero había una gran tranquilidad.

También pasaron cosas graves, mis vecinos se hicieron la casa y a los 15 días los desvalijaron. Cosas que no se pueden creer. Con respecto a la Municipalidad, está trabajando bastante bien la gente de la UGC, creo que se ocupan bastante. Igual siguen teniendo una deuda pendiente que es repavimentar Kennedy y Harris. Hicieron muchas cosas internas, mejoraron calles, consolidaron, pavimentaron algunas, mejoraron muy bien la iluminación. Esto está bueno; pero el tema de Kennedy y Harris…

 Muchas gracias por esta entrevista.