Un artista que prestigia Escobar

Eduardo Noé nació hace 56 años en Belén de Escobar en tiempos en que «las puertas de las casas podían permanecer abiertas». Desde su adolescencia sintió una fascinación por el arte que motivó que aprendiera, sin ayuda de terceros, el arte de la escultura. Hoy más de cien de sus obras se encuentran diseminadas en espacios públicos  a lo largo y a lo ancho de la Argentina; en Salto, La Pampa, Coronel Suárez, en el Partido de Escobar, y en el Paseo del Tango y Paseo de la Gloria  de la ciudad de Buenos Aires, entre muchos otros lugares.
¿Dónde estudiaste y cómo  fueron tus inicios profesionales?

La primaria la hice en la Escuela N° 1 de Belén de Escobar y  el secundario en el colegio Mitre de la localidad de San Martín, en un colegio industrial.  Siempre me gustó la tecnología y el arte, pero terminó pesando más este último.  Cada vez que pasaba por delante de un monumento me quedaba mirándolo, me atraía, lo sentía, decía qué bien que está hecho y me preguntaba cómo lo harían. Eran épocas anteriores a Google, entonces era muy complicado conseguir información. Me atraía  el mundo de la cultura y el conocimiento en general, la literatura, el arte. Era todo un cúmulo. Tenía muchas inquietudes. Al terminar el secundario me puse a trabajar en una fábrica como dibujante proyectista, pero no me sentía bien y apuntaba a buscar un negocio independiente. Finalmente  me construí un horno de cerámica donde me puse a fabricar cerámica con un sentido comercial, de forma autodidacta, tratando de interiorizarme, de conseguir información y libros de cómo se hacían los distintos procesos. Eso fue en la casa de mi infancia. Comencé entonces a hacer productos de regalería con diseño y producción propios. Después me comenzaron a llegar pedidos para hacer algún busto de plaza y como ya había hecho esculturas por mi cuenta, por placer artístico o curiosidad, comencé  a hacer también algunas restauraciones de estatuas en plazas.

Nadie te enseñó nada, no aprendiste en cursos ni talleres; todo solo.

Siempre tratando de buscar bibliografía, información. En ese tiempo iba mucho al barrio El Cazador, a  la quinta de Rodolfo Arizaga (famoso músico y compositor argentino) y a la de Enrique Tudó (artista plástico), que tenían bibliotecas fabulosas. Yo siempre aclaro que eran tiempos anteriores a Google, porque para conseguir información o una foto todo era misterioso. Todo el mundo ocultaba mucho la información, nadie quería dar datos concretos. Fueron muy generosos Arizaga y Tudó en brindarme todo eso. Esas bibliotecas me abrieron un mundo nuevo.

¿Recordás tu primera obra?

Fue  a los 19 años cuando el padre de una novia me encarga la primera escultura y eso fue muy movilizador. Y también un desafío, porque como dice la metáfora: “me tiró la gorra al otro lado del tapial para obligarme a saltarlo”. En un minuto me obligó a averiguar cómo se hacía; eran unos desnudos para el jardín. En tamaño natural. Después me empiezan a llegar pedidos a nivel municipal, sobre todo en la época de Patti, para hacer esculturas. Todo eso me permitió comenzar a vivir de la escultura, con sus idas y vueltas. Comencé a recibir también pedidos de otros municipios. Pero había períodos en que no había trabajo y tenía que dedicarme a otra cosa.

¿Dónde se encuentran ubicadas tus esculturas?

Tengo más de cien obras en espacios públicos a lo largo de todo el país. Desde Ushuaia hasta Salta, muchas imágenes religiosas, en Ushuaia trabajo para un shopping. Guardo con mucho afecto un trabajo que hice para la estancia Benetton, una escultura en mármol. Nunca había tallado en mármol, pero acepté el trabajo y me puse a aprender a tallarlo, a medida que lo iba haciendo. El resultado fue muy bueno, quedó  muy bien, le gustó a todo el mundo y para mi fue un triunfo, porque afronté un verdadero desafío y encima para un cliente tan importante; y en el mármol no se tiene mucha posibilidad de equivocarse.

¿Cómo continúa ahora la vida?

Durante estos últimos veinte años, en la desesperación de poder vivir de la escultura, volqué todo mi esfuerzo en hacer trabajos  a pedido de otros. Y postergué por mucho tiempo lo que verdaderamente me gustaba, por una razón de supervivencia económica. Y ahora que soy grande y que tengo a mi hija crecida, dije ¡se va todo al diablo, que pase lo que pase, yo tengo que  mostrar lo que realmente hago y me gusta! Y por eso estoy dedicando más tiempo a la creación, ya sea en pintura, dibujo y también escultura, y voy alternando con  los pedidos. Que no sea todo a pedido, sino poder mostrar también lo que realmente me gusta a mi.

¿Los pedidos son permanentes?

Esto es como una motaña rusa. A veces te viene un montón de pedidos, de golpe,  y a veces  está todo parado. Esto es cualquier cosa, menos estable. Por eso digo que es una elección de vida, y esa inestabilidad provocó dejar el oficio por muchos años, pero después volvés porque es lo que te gusta.

¿La actual gestión municipal de Escobar te hizo algún pedido?

Recientemente hice la escultura del Papa Francisco en Maschwitz.

¿Qué mensaje le transmitirías a los  jóvenes con inclinaciones artísticas?

La fe se basa en lo que uno hace, si uno se la pasa estudiando cómo se hace algo, va debilitando su fe, la fe en uno mismo nace en la acción. Que pongan manos a la obra de entrada, en lo que sea, en lo que le guste, porque ahí van a encontrar la fe para seguir adelante. Es más importante trabajar por su cuenta en su habitación dibujando, que andar especulando sobre arte en un café. Ahí nace el arte y la confianza en uno mismo para seguir adelante, en la práctica directa y constante. Las especulaciones intelectuales están perfectas pero debilitan la fe y te sacan del juego.

Tu hermano también es artista.

Si, un artista internacional, ¡yo soy de cabotaje! Él es historietista e ilustrador de revistas extranjeras, y también da clases.

Leyendo reportajes que concediste a otras publicaciones, parece que estás algo defraudado con el Escobar moderno.

No estoy defraudado, es lo que es. No estoy enojado con nadie, estoy enojado con el tiempo. Es como un cataclismo que hubo en Escobar, pero es como enojarse con la naturaleza cuando hay un terremoto. Y  nosotros tuvimos un terremoto demográfico y lo que conocimos ya no existe más ni va a volver.  Y es más que solo un tema demográfico. Escobar es un pueblo que nunca fue diseñado y terminó en una suerte de  bancarrota urbanística. Al no tener un diseño  la explosión demográfica lo dejo obsoleto. Y de eso nadie tiene la culpa. Solo pasó.

¿Cómo fue tu infancia en Escobar?

Acá había tránsito únicamente durante la Fiesta de la Flor. Un mediodía de un fin de semana, uno se podía tirar panza arriba en la 25 de Mayo y no pasaba nada ni nadie. Para que te des una idea: cuando mi hermano gateaba se le escapó un día a mi mamá mientras estaba lavando los platos, y cruzó toda la 25 de Mayo gateando hasta la panadería de enfrente. Imaginate el tráfico que había en la 25 de Mayo.  El afuera era una extensión de tu casa. Y eso es básicamente lo que uno extraña. Acá en mi casa jamás se cerró la puerta con llave, jamás. Suele decírsele a los chicos, que cuando cumplan 18 años se les da la llave de la casa. A mi no me la dieron porque siempre estaba abierta.

¿Y tus recuerdos del colegio?

La escuela Nro 1, una escuela maravillosa de otro tiempo. En la misma aula vos veías a todas las clases sociales escobarenses, estábamos todos juntos. Ahora está todo estratificado. Los de menores recursos van a un colegio y los de mayores a otro.  Antes había una unidad impresionante.  Éramos todos iguales, estábamos todos mezclados. Esa sociedad, esa escala humana es la que extraño.

Hace muchos años tenías un proyecto de construir un parque de dinosaurios. 

Ya pasó, ¡mientras tanto vino Temaiken!  Teníamos la idea de hacerlo, habíamos hablado con distintas personas. La idea era hacer uno de esos parques temáticos como se ven en las películas en otros lados, básicamente para mostrar la riqueza de la fauna prehistórica que tiene la Argentina, que es única. Los dinosaurios que habitaron el país son distintos a los que vivieron en cualquier otro lado del mundo, es un patrimonio valiosísimo el que tenemos, también para explotar turísticamente. Y en ese momento no estaba Tecnópolis con sus dinosaurios, ni Temaiken. Y la idea era hacer un parque con esculturas en tamaño natural. Resultó muy costoso y la gente que en ese momento estaba interesada desistió.

¿Qué te produce restaurar un monumento destruido en la vía pública?

Lo tomo muy fríamente, ahí me pongo en ingeniero. Lo pienso como un constructor, no m pongo a reflexionar sobre las causas de la destrucción.  Eso muestra mucho a la sociedad en que vivimos, es obvio el grado de desprecio con el patrimonio que es de todos. Se considera que el patrimonio público es del gobierno, por lo tanto es  de otros y le tienen bronca. No se dan cuenta que rompen algo que es  de ellos. Otros piensan que no es de nadie. En ambos casos no comprenden que lo que están rompiendo es lo propio, o peor aun, tal vez que comprenden que rompen algo propio, y es tan bajo la autoestima que lo rompen por eso, ¡no les importa un cuerno! Vea como se vea, es una señal muy negativa, pero así es en todos lados, el desprecio y la destrucción del patrimonio es un sello argentino.

Si fueras intendente, ¿qué harías?

Desconozco cómo se maneja un municipio y qué cuestiones corresponden a la provincia y cuáles al municipio. Pero me dedicaría a los accesos de entrada, a construir cruces ferroviarios bajo nivel y a la creación de espacios verdes, me parecen cuestiones importantes.