¿Rumbo a una rebelión fiscal?
Cuando la presión tributaria crece desmedidamente, cuando el producto de la recaudación no vuelve a la gente y cuando el estado, lejos de achicar el gasto lo aumenta con frivolidades y eleva las gabelas para solventarlo, ya sea por bronca y/o por imposibilidad del contribuyente de sufragarlas, se corre el riesgo de desembocar -más tarde o más temprano- en una rebelión fiscal.
Y es precisamente a esa rebelión a la que nos está conduciendo la política tributaria del intendente Sujarchuk.
De acuerdo al último informe realizado por la ASAP (Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública) sobre la transparencia fiscal de los municipios bonaerenses, en contraposición a aquellas comunas que alcanzaron el puntaje máximo de cien, se encuentra nuestro municipio calificado con cero por su falta de transparencia al no suministrar ninguna información que exponga de manera clara, accesible al ciudadano y sin rezagos, tanto el presupuesto del ejercicio como la situación económico financiera, la ejecución presupuestaria y la evolución del stock de deuda y servicios de la misma.
Y si uno pretende analizar los argumentos con los que los ediles (que supuestamente nos representan) defendieron los reclamos vecinales al tratar la última ordenanza presupuestaria nos encontramos con que, de acuerdo al diario de sesiones, la misma fue aprobada sin debate, por unanimidad y en una reunión del órgano legislativo que duró menos que el estornudo de un gato.
Estas irregularidades sumadas a la falta de empatía de parte de quienes conforman el gobierno comunal (que solo se acuerdan del pueblo cuando se aproximan las elecciones y su única preocupación se centra en asegurarse el ingreso extra que les representa una remuneración a cambio de la cual es más nada que poco lo que aportan en términos productivos), llevaron a los vecinos a alzar su voz contra los tributos locales que, por los aumentos fijados, además de provocar una severa lesión a sus economías contribuyen al incremento de la inflación.
Prueba del nivel de hartazgo al que ha llegado el contribuyente escobarense lo da la masiva incorporación vecinal al grupo “VECINOS DE ESCOBAR CONTRA LA SUBA DE IMPUESTOS” creado en la red social Facebook y en el que, sin banderas políticas, se discute lo que nuestros concejales omiten en materia tributaria y se proponen planes de acción para defender a los bolsillos cada vez más castigados por la voracidad fiscal.
La cantidad de adhesiones al grupo -que en pocos días superaron el millar y continúan en ascenso- unida al resultado de la movilización convocada por el mismo para el pasado jueves 12 de marzo a las 20 hs (que reunió a varias decenas de vecinos frente al Palacio Municipal para reclamar por los desmedidos aumentos en los tributos municipales y, de no ser escuchados sus reclamos, suspender el pago de las gabelas), constituyen un verdadero llamado de atención para el gobierno local.
A mayor abundamiento, frente al nuevo escenario planteado por el desembarco del corona virus en el país y el “parate” total al que nos estamos viendo forzados, cabe preguntarse ¿qué hará el intendente Sujarchuk cuando después del 31 de marzo el agravamiento de la cuarentena nos imponga otros 15 días de inactividad y los días pasen, el dinero se acabe, la cadena de pagos se corte y la gran mayoría de las empresas no estén en condiciones de pagar sueldos?
¿Pensará en cómo hará Doña Rosa para pagarle a Don Chicho -el almacenero-, a Juan -el carnicero- y a Pepe -el verdulero- por la comida que lleva si José -su esposo- no ha podido hacer ni una changa para complementar su exigua jubilación?
Frente a esta realidad ¿recordará aquella vieja expresión latina VOX POPULI VOX DEI (la voz del pueblo es la voz de Dios) y suspenderá el cobro de las gabelas cuestionadas por los vecinos procediendo a su revisión y ajuste a valores razonables o insistirá en el cobro de los aumentos desmedidos votados por quienes hoy gozan del “dolce far niente” impuesto por la cuarentena, pero teniendo, a diferencia del resto del pueblo, asegurado el cobro del cien por ciento de sus haberes haciéndonos recordar a aquel único mandamiento al que quedaron reducidos los 7 mandamientos de los animales de Granja Manor -creada por la pluma de George Orwell en su novela Animal Farm¬, según el cual “todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros”?
Sería sano, pues, que el gobierno comunal salga de su “autismo”, escuche al vecino y revise y ajuste su política fiscal reduciendo gastos, eliminando inversiones triviales y administrando con la austeridad y cautela propia del buen hombre de negocios evitando así exigir más esfuerzos económicos a un pueblo que no puede seguir soportando la presión tributaria actual que, en muchos casos, lo coloca ante la disyuntiva de pagar las gabelas o satisfacer sus más básicas necesidades.
Dr. Marcelo L. Soto
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