El noble aporte del ciudadano

Es sabido que los impuestos que pagan los contribuyentes, destinados -entre otras cosas- a garantizar que el Estado ofrezca una salud pública gratuita y de excelencia, terminan en una enorme bolsa con numerosos agujeros: el de la burocracia, el de la corrupción, el de la incompetencia, el de los «ñoquis» y un sinnúmero de etcéteras.

La realidad es que, si los ciudadanos comunes y corrientes no aportaran recursos y elementos de forma benéfica, los hospitales públicos no podrían abrir sus puertas, especialmente para los sectores más vulnerables.

Si no fuera por ese noble aporte del ciudadano, del comerciante, del empresario o de una ONG, el Hospital Erril tampoco podría ofrecer sus servicios.

En este caso, el benefactor fue el Rotary Sin Fronteras, que donó una importante cantidad de frazadas que serán utilizadas en las áreas de internación del hospital.

¿Y el Estado Presente? Bien, gracias.