Clases presenciales si, clases presenciales no

 

Recientes manifestaciones del concejal Diego Castagnaro me hicieron recordar que, en China, el ideograma que representa a la CRISIS es el mismo que representa a la OPORTUNIDAD porque, para esta cultura milenaria, toda CRISIS conlleva una OPORTUNIDAD.

Así, frente la CRISIS provocada por el Covid y el aislamiento social impuesto por el gobierno, se abrió una OPORTUNIDAD para revisar, modificar, perfeccionar e implementar nuevas formas de trabajo y enseñanza que tímidamente venían siendo ensayadas en algunos ámbitos laborales y educativos del sector privado.

Pero como de costumbre, quienes gobiernan no han sabido (o no han querido) capitalizar esa OPORTUNIDAD que les abrió la posibilidad de introducir mejoras al sistema educativo público que coadyuven a la desaparición de la “grieta” que lo separa del privado y por la que tanto se rasgan las vestiduras de la boca para afuera.

El 2020 pasó, el ciclo lectivo finalizó y frente a la eficiencia puesta de manifiesto por la educación privada que, asumiendo el desafío, se abocó de inmediato a capacitar al personal en el uso de plataformas y herramientas informáticas que garantizaran una comunicación fluida entre profesores, alumnos y padres para mantener la continuidad de la enseñanza, aplicando una metodología hasta el momento inédita en el país, se contrapuso la ineficiencia del sector público en el que la burocracia y la “buRRocracia” de un estado paquidérmico empañó el esfuerzo realmente encomiable realizado por los docentes de dicho sistema que, luchando contra viento y marea por carecer de medios, equipamiento, dominio de herramientas informáticas, asistencia técnica y un plan estatal idóneo para asegurar una continuidad educativa con la calidad que los chicos merecen, pusieron lo mejor de sí para trasmitir a sus alumnos las consignas y enseñanzas del ciclo lectivo. También opacó la labor de los chicos muchos de los que, pese a los bajos recursos económicos de sus familias, vieron la oportunidad que se les presentaba y con una gran fuerza de voluntad, dedicación e ingenio reemplazaron las computadoras que no tenían con las de algún “cyber” y/o suplieron la falta de una conexión a internet en sus hogares con la conexión gratuita existente en algún lugar público para así conectarse con sus profesores y avanzar en sus estudios.

¿Y que se hizo desde entonces hasta ahora para mejorar la situación de la educación pública? Mas nada que poco. Frente a un cúmulo de padres que con preocupación y fundamentos válidos piden el reinicio de las clases presenciales, el estado y los gremios docentes se debaten en una inmensa pulseada tratando de mostrar “quien la tiene más grande”. Que empezamos; que no empezamos; que con vacuna si; que sin vacuna no; que la burbuja; que los sueldos; que las paritarias, que declaramos a la educación actividad esencial, que los psicólogos, que los psicopedagogos, que los médicos, que los psiquiatras, que el asesor presidencial, etc. etc. etc. Y en medio de toda esta “chantacracia política” los alumnos, sujetos pasivos a los que nadie consulta, contemplan atónitos las discusiones entre padres, docentes, gremios y estado; las idas y vueltas en las decisiones del gobierno, los pases de facturas y la incertidumbre de lo que en el futuro inmediato ocurrirá.

Como progenitor de dos jóvenes que cursan sus estudios secundarios y terciaros en el sector privado y el público respectivamente, considero que al día de hoy, con una curva de contagios ascendente y la inminente e inexorable llegada de una segunda y tercera ola de contagios con un virus mutado, más agresivo, mortal y de más fácil transmisión (como la recientemente descubierta «cepa amazónica»), sumado a vacunas que no llegan y que, además, aportan más dudas que certezas sobre su inocuidad a mediano y largo plazo, NO están dadas las condiciones para reiniciar, en lo inmediato, las clases presenciales.

Y entiendo que ello es así porque contrariamente a lo que algunos sostienen, el contagio SÍ SE PUEDE DAR EN LAS ESCUELAS Y MULTIPLICAR EXPONENCIALMENTE LA TRANSMISIÓN DEL VIRUS, ya que la aparición de los síntomas que den el alerta que lleve a la consulta médica, recién se manifestarán entre los 6 y 15 días posteriores a la infección, lapso durante el cual,  sin saberlo por no haberse hecho aún visible la sintomatología, cualquier alumno «infectado» habrá estado diseminando el virus entre sus compañeros y miembros de su grupo familiar.

Ante este panorama me pregunto: ¿vale la pena poner vidas en riesgo por una pulseada política? Y el alumno que contagie a sus padres y/o abuelos con los riesgos y consecuencias que ello conlleva, ¿podrá superar la carga emotiva que pesará sobre sus hombros si se produjera alguna muerte a consecuencia del virus que él les transmitiera?

Prioricemos el DERECHO A LA EDUCACIÓN, sí, pero adaptando su ejercicio a las condiciones planteadas por la pandemia. Exijamos al estado que no pierda más el tiempo y convoque a expertos en educación e informática para desarrollar un sistema con plataformas y herramientas análogas a las del sector privado, que permita suplir la enseñanza presencial mientras dure la emergencia; que facilite el acceso a computadoras y conexiones gratuitas a internet de docentes y, muy especialmente, a los chicos que por su situación económica no están en condiciones de acceder a ello; que capacite a los docentes en el uso de las plataformas y herramientas antedichas y que destine al sistema educativo la asistencia financiera necesaria para que todos los chicos, sin distinguir entre sistema público y privado, puedan recibir la misma educación de calidad sin poner así en riesgo al más importante de todos los derechos humanos: EL DERECHO A LA VIDA.

Dr. Marcelo L. Soto