Campañas con y sin recursos

No es la primera vez que sucede en una elección, pero en esta campaña proselitista la diferencia entre el gasto del  oficialismo y de la oposición es astronómica. Mientras varios referentes opositores, como Diego Castagnaro (Juntos – ver fotografía), salen personalmente a distribuir volantes y boletas en  los barrios del distrito, por no disponer de recursos suficientes, el oficialismo parece administrar recursos inagotables. ¿Cuánto vale cada uno de los carteles políticos a los costados de la Panamericana? ¿O la impresión de revistas y folletos de primera calidad? ¿O la contratación de gente que distribuye la propaganda e instala cartelería en postes y en cada metro cuadrado disponible en el distrito? Días atrás, el concejal y titular de la UGC 3 invitó a 150 personas a un encuentro político con un catering. A la pregunta del Periódico El Cazador sobre quién se hace cargo de semejante gasto, se limitó a responder «Yo invito». Para colmo, los políticos se sienten ofendidos o agredidos cuando se les consulta por la procedencia de la fortuna que gastan en la campaña.

La Argentina atraviesa momentos muy duros, con niveles de pobreza sin precedentes. Más allá de las responsabilidades que le cabe a uno u otro gobierno, es incomprensible que ciertos sectores de la política sigan actuando como una casta absolutamente desligada o ajena a las penurias de la sociedad. Y ello con el dinero de los contribuyentes o, peor aún, con una emisión monetaria que elevó y continúa elevando la pobreza a niveles de catástrofe. Escobar es un lamentable ejemplo de este derroche en el marco de un país y una sociedad paupérrima.