LA PIZZERIA, EL MUSEO Y EL APOCALIPSIS EDUCATIVO

Por Bruno Presenti

Juan Bautista Alberdi fue un político, economista, embajador, músico, autor de textos claves, uno de los responsables de sentar las bases de la Constitución de 1853 (haciendo más énfasis en la generación de riquezas que el propio Adam Smith)  y además uno de los próceres más importantes de la República Argentina. En una de sus tantas frases célebres afirma que “Nuestro pueblo muere de hambre de instrucción, de sed de saber y de pobreza de conocimientos”.

La historia nos dice que en el año 1869, el 77,4% de la población de la Argentina era analfabeta. El número fue cayendo, según el censo del año 2010, a menos del 2%. Pero aunque el número haya mejorado notablemente, aprender a desenvolverse en la lectoescritura de determinado idioma que se habla en un país está aún lejos de mejorar la instrucción, el saber y el conocimiento como decía Alberdi.

Si trazamos una línea de tiempo de la historia evolutiva educativa, podremos observar con tristeza lógica que el comienzo y el final convergen. Esto quiere decir que estamos muy cerca de donde empezamos. Nuestra evolución en el saber y el conocimiento involucionó.

En las últimas cinco décadas al menos, la posverdad ha sido proclamada como la única e irrefutable fuente de instrucción del común de los ciudadanos. Esta técnica de disuasión engañosa fue impulsada con la ayuda del carisma sin igual de los sociópatas llamados políticos. Esta mentira emotiva no es más que un neologismo que describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.

Uno de los ejemplos de posverdad que más han surtido efecto en nuestro país, es la del Che Guevara. Nos enseñaron que este personaje, que nació en la Argentina el 14 de junio de 1928, fue un idealista que luchó por los oprimidos de un pueblo. Es tomado como casi una deidad por los jóvenes “rebeldes” y no tan jóvenes que pululan en las sectas políticas que se encuentran a lo largo y a lo ancho de nuestro país. ¿Pero quien fue realmente el Che Guevara?, ¿Fue un libertador?, ¿Fue un defensor de los derechos de las personas?

Refutemos la creencia popular con datos precisos:

El Che y las razas. Esto escribe en su descripción cuando llega al valle de Caracas.

Los negros, esos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño, han visto invadidos sus reales por un nuevo ejemplar de esclavo: el portugués. El desprecio y la pobreza los une en la lucha cotidiana, pero el diferente modo de encarar la vida los separa completamente; el negro indolente y soñador, se gasta sus pesitos en cualquier frivolidad o en ‘pegar unos palos’ (emborracharse), el europeo tiene una tradición de trabajo y de ahorro que lo persigue hasta este rincón de América y lo impulsa a progresar, aun independientemente de sus propias aspiraciones individuales.

El Che y la diversidad sexual.

Su aversión por la diversidad sexual ha sido reflejado en la organización de la construcción del campo de trabajos forzados de Guanahacabibes, destinado a homosexuales y cuyo lema, inspirado en el de Auschwitz, rezaba «El trabajo los hará hombres», tal y como se relata en el documental “Conducta impropia”.

El Che y los derechos constitucionales.

Lo primero que hizo Guevara después de hacerse con el poder fue dirigir una prisión. En una comparecencia por el canal 6 de la TV en febrero de 1959, el Che declaraba que «en La Cabaña todos los fusilamientos se hacen por órdenes expresas mías». Fueron varios centenares de fusilamientos en juicios sumarios que se llevaron a cabo, por supuesto, sin garantía de ningún tipo para los condenados, lo que los convierte en asesinatos puros y duros. En aquellos días le dijo a José Pardo Llada, que lo consignó en su libro libro Fidel y el Che, que «para enviar hombres al pelotón de fusilamiento, la prueba judicial es innecesaria. Estos procedimientos son un detalle burgués arcaico. ¡Esta es una revolución! Y un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro».

El Che y el sindicato de los trabajadores.

Algunos pensarán que, bueno, que sí, que era un criminal y posiblemente un psicópata pero al menos luchó por los derechos de los trabajadores y por eso se merece un reconocimiento. No obstante, cuando ya era ministro de Industria, en una alocución televisiva el 26 de junio 1961 dijo: «Los trabajadores cubanos tienen que irse acostumbrando a vivir en un régimen de colectivismo y de ninguna manera pueden ir a la huelga».

Más allá de los argumentos presentados contra una de las posverdades más grandes que sufre la Argentina, reflexionemos sobre porqué existe y cómo cambiar este método tan destructivo y deliberado que nos han impuesto. Escupimos en la cara de nuestros próceres y sus ideas fundacionales (quienes en su momento nos transformaron en un pueblo soberano y próspero) a cambio de glorificar a personas con ideales inmorales que llevaron a cabo la fundación de un sistema totalitario, criminal y por ende la destrucción de uno de los países más prósperos de América latina.

¿En que nos convierte eso? En personas altamente manipulables, que no tienen identidad y tampoco un marcado rasgo de pertenencia.

Por eso transformamos el predio de la casa donde vivió uno de los más grandes intelectuales del siglo XIX en una pizzería; si, la casa de Juan Bautista Alberdi fue demolida hasta los cimientos. Estaba ubicada frente a la plaza Independencia en Tucumán, solo hay una plaquita conmemorativa en una pared.

Pero la casa del Che Guevara, que se encuentra en Alta Gracia (Córdoba), ha sido convertida en un museo. Para rendirle honor y homenaje a un mortífero homicida que pretendía la esclavitud de las personas por intermedio de la fuerza e hizo posible el sufrimiento que hoy siguen viviendo los ciudadanos  en Cuba.

Este es el motivo por el cual, yo prefiero escuchar de un político una frase como “Nuestro pueblo muere de hambre de instrucción, de sed de saber y de pobreza de conocimientos”, que escuchar “hasta la victoria, siempre”.