Una escuela que mutó de bosque a desierto

Las palabras del intendente Sujarchuk durante la inauguración de las sesiones del Concejo Deliberante sonaron a música al hablar de su pasión y amor por los árboles. Sin embargo, sus declaraciones no se condicen del todo con la realidad.
El arbolado público en Escobar sigue sufriendo las malas praxis de las administraciones municipales que, en nombre del desarrollo o de un potencial riesgo de caída de ramas, talan y podan indiscriminadamente, sin asesoramiento de técnicos o expertos en la materia.
La Escuela N° 8 de Escobar grafica con elocuencia el escaso valor que se le asigna al arbolado.
Hace exactamente 7 años el Municipio sacó uno de los cipreses legendarios que estaba en la vereda y que daba sombra a toda la escuela. «Si aquel ciprés  hubiera estado este año, no hubiese sido necesario suspender las clases por la ola de calor», sostiene Natalia Carrizo, una exdocente de la escuela.  «En su momento, lo sacaron con la excusa de que sus hojuelas caían en el techo y causaban óxido en sus chapas; claro, era preferible afirmar eso y renunciar a un mantenimiento adecuado de la escuela. ¡Las chapas terminaron oxidándose igual!»
Unos años después mutilaron 3 cipreses más, «porque se iban a caer».  Esos árboles, que se siembran en la orilla del río, precisamente porque sus raíces sostienen la costa, se llaman cipreses llorones porque sus ramas crecen como caídas. Esta información fue obtenida gracias al asesoramiento de expertos que los clasificaron para tranquilizar a la comunidad  y aclarar que nadie corría peligro debajo de los mismos. La entonces Defensora del Pueblo, Rocío Fernández, intervino cuando comenzaron a mutilarlos y se lograron salvar dos.
El año pasado, cuando se cumplieron los 100 años de la escuela, una de sus ex directoras, la señora María Angélica Ameghino («señorita Pocha»), contó que los árboles habían sido enviados en tren por el Ministerio de Educación y que ella junto a la actual dueña del Colegio Norte, la señora Nelly Naón, los retiró y plantó en la década del 60. También habían sido clasificadas las aves que anidaban en cada uno de ellos.
Cuando fueron taladas unas tipuanas, que también había en el lugar, dijeron que había que sacarlas porque «no brotaban» y porque «estaban podridas y secas». Expertos matriculados aclararon luego que la especie no brota en la primavera sino algo más tarde
Tras una reciente e inexplicable mutilación (ver fotografía), los funcionarios aseguraron que los cipreses van a volver a brotar. ¡Nos imaginamos cómo!
Quedan ahora dos pequeños árboles sembrados por los alumnos, tres tipuanas y dos fresnos.
«A todo esto, ¡nos hablan de sustentabilidad y del medioambiente!», expresa Natalia con tristeza aunque también con enojo. «El año pasado, el titular de la  UGC 25, le dio una capacitación a sus empleados sobre poda correctiva, sin tener preparación técnica ni profesional alguna. ¿Con qué autoridad? Eso lo debe hacer  un técnico en ambiente idóneo y sin presiones políticas», concluye.