Dos incidentes implicaron a agentes de tránsito

En el primer caso, un agente de tránsito de 43 años perdió su empleo después de ser descubierto robando mercancía en un supermercado. El episodio ocurrió en la sucursal de Coto ubicada en el centro de Belén de Escobar, en la intersección de las avenidas Tapia de Cruz y Belgrano. Según informes, el personal de seguridad del establecimiento interceptó al empleado municipal mientras intentaba salir del local con una botella de gaseosa de medio litro, una bandeja de carne, otras de fiambres y un salamín escondidos entre sus ropas, todo valorado en aproximadamente 15 mil pesos. Los empleados del supermercado alertaron a la policía, y el ahora exinspector fue acusado de intento de hurto. Al conocer la situación, la Agencia Municipal de Tránsito, Transporte y Seguridad Vial decidió despedirlo, declarando que «su conducta constituye una grave violación de sus deberes como empleado público».

En el segundo episodio, en el que la víctima se puso en contacto directo con Periódico El Cazador, un vecino de Maquinista Savio relató cómo fue detenido en la vía pública por un agente de tránsito bajo la acusación de no llevar puesto el casco mientras conducía su moto con su hijo, quien tiene una discapacidad. «Sin embargo se puede apreciar en la foto que me tomó un vecino que tanto mi hijo y quien suscribe teníamos puesto el casco», aseguró el motociclista. Además alegó que el agente intentó extorsionarlo exigiendo un soborno, pero al negarse, le impusieron una multa y le retuvieron la licencia de conducir. Al día siguiente, al acudir a la oficina de infracciones, un abogado que ya no trabajabaría para el municipio le indicó que la foto no constituía una defensa válida y que debía pagar la multa «porque se necesita recaudar». A pesar de considerar la sanción injusta, el hombre acabó cediendo ante la presión: «No me quedó otra que pagar una multa mal hecha, porque la consigna es recaudar para arriba o para el desayuno (del agente)». Finalmente, lamentó no poder cambiar lo que percibía como una injusticia y concluyó que la única herramienta «del siglo XXI» que tienen «los vecinos y ciudadanos de a pie», es una cámara para documentar lo que les sucede en la calle.