Un crack del handball

Desde chico, Alan Roldán se inclinó por un deporte que en los últimos años viene ganando cada vez más adeptos entre los jóvenes: el handball. A los 12 años comenzó a competir y, a sus 23, sigue vinculado a la disciplina que marcó gran parte de su vida. «Es un verdadero crack», aseguran muchos.

Vecino de Belén de Escobar, Alan combina su pasión deportiva con un presente tan diverso como exigente. Se prepara para recibirse de guardavidas en la Cruz Roja filial San Fernando —“¡a un final!”, dice con orgullo—, trabajó como operario de máquinas viales y hoy lo hace como carnicero en Lo de Coppola, el comercio que su suegro tiene en el acceso a El Cazador.

Su evolución en el handball fue rápida y marcada por decisiones de esfuerzo personal.
“Me inicié en las inferiores de Escobar, desde infantiles hasta primer año de juveniles, cuando el club competía en inferiores C. En mi segundo año decidí apuntar más alto: viajaba hasta San Martín para entrenar en Nuestra Señora de Luján, un equipo con mucho más nivel, con inferiores en A y mayores en liga. Llegué a hacer la pretemporada con ellos, con Cristian Campos como DT, aunque ese año no llegué a competir por la pandemia. Recuerdo los entrenamientos por Zoom y, ya con las flexibilizaciones, volvimos a entrenar y competir. En mi primer año de junior tuve como técnico a ‘Kelo’ y, en mayores, a Rodolfo Jung ‘Pucho’, hoy DT de Los Gladiadores. Con ellos debuté en liga y estuve una temporada. Pero por cuestiones económicas y laborales, además de lo pesado del viaje, me fui alejando del deporte. Tras tres años sin jugar, volví a las raíces: el cariño de los chicos y del cuerpo técnico me convenció de volver a federarme. Me sumé con el torneo ya iniciado y ahora nos estamos preparando para el próximo, en busca del ascenso”, relató.

El regreso de Alan no es solo una historia deportiva, sino también un testimonio de constancia y pasión. A pesar de las dificultades económicas, laborales y de la distancia, nunca abandonó su vínculo con el handball y hoy vuelve con más fuerza que nunca.

En su figura se resume el espíritu de muchos jóvenes deportistas de Escobar: la capacidad de reinventarse, de no rendirse y de sostener los sueños aun cuando la vida impone pausas. Alan no solo es un ejemplo de entrega dentro de la cancha, también lo es fuera de ella, donde combina trabajo, estudio y deporte con la misma garra con la que encara cada partido.