Policía de pueblo

Los viejos habitantes de El Cazador sostenían que los integrantes de su Destacamento tenían la conducta de típicos policías de pueblo, porque no solo se dedicaban a su tarea netamente profesional, sino que siempre estaban dispuestos a ofrecer una mano a quien la necesitara. Cuando alguien olvidaba la llave de casa, o se extraviaba una mascota, o había que acompañar al hijo que volvía muy tarde de estudiar. Muchos aún sostienen que esta actitud campechana no se alteró en el transcurso de las décadas.

La vecina Isabel puede dar fe de ello cuando anoche, al retornar a su casa, se alarmó ante la presencia de una verdadera laguna al fondo de su terreno, cuyo nivel subía peligrosamente. El agua provenía de la casa de un vecino de fin de semana, posiblemente como consecuencia de una rotura en el tanque de agua. ¿Qué hacer en ese momento? ¿Cómo actuar? ¿A quién recurrir? Lo primero que le vino a su mente fue el Destacamento, al que llamó por teléfono. A los minutos acudió un patrullero con dos policías dispuestos a colaborar. Había que encontrar el modo de comunicarse con el dueño de casa o localizar a alguien que tuviera acceso a la vivienda. Así localizaron al jardinero, quien presuroso ingresó a la casa y cerró el interruptor del tanque.

Fue un asunto trivial para la policía, pero de enorme importancia para Isabel quien, como antigua vecina del barrio, corroboró aquello del «destacamento de pueblo», que se mantiene fiel a esa vieja y buena costumbre de ayudar al vecino ante cualquier emergencia o necesidad.