La toma de Garín: un aporte a la estupidez colectiva argentina

 

El 30 de julio de 1970 las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una organización de orientación marxista luego incorporada al peronismo como fuerza de choque armado junto a Montoneros, tomaba por asalto los principales puntos estratégicos de la ciudad de Garín, la comisaría, el banco, el correo, el teléfono, el equipo del radio aficionado del pueblo y el bar restaurante “el Farolito”. El hecho fue ampliamente informado por todos los medios de la época e incluso por un video más reciente en You Tube, producido por Escobar Florece del municipio de Escobar, en el que intervienen varios vecinos testigos del hecho.

Lo que poco se ha dicho son los motivos y el interés por los cuales un grupo tan numeroso de personas, alrededor de cuarenta mujeres y varones, perfectamente entrenados y armados, decidieron tomar una ciudad, casi un pueblo entonces de escasos 25.000 habitantes, para permanecer durante  poco tiempo (para algunos, cincuenta minutos) a la vista de vecinos curiosos, pacíficos, necesariamente participantes de un hecho de tal envergadura, que dejó como saldo lamentable un policía provincial muerto, el cabo primero Fernando Sulling de guardia en la puerta del banco, a quien una de las mujeres disparó la ametralladora que portaba y lo hirió en el estómago para luego morir, liberado al final del operativo, en el hospital de Belén.

Del hecho participaron militantes entrenados militarmente en Cuba, entre los cuales se hallaban Carlos Enrique Olmedo​, que dirigía y coordinaba desde fuera del campo de operaciones; Juan Julio Roqué, que hizo el diseño militar de la operación; Juan Pablo Maestre, que dirigió el comando ubicado en la Avenida Belgrano para que no salieran vehículos del pueblo; Francisco Urondo​ y Roberto Quieto que dirigían distintos comandos; y también María Angélica Sabelli, ​Alberto Miguel Camps​, Marcos Osatinsky  y Marcelo Aburnio Verd​.

Lo siguiente es parte de un reportaje a Carlos Enrique Olmedo, coordinador del copamiento y miembro fundador de las FAR, a pocos meses de producido el hecho. Es un documento histórico de singular importancia para el estudio de la violencia armada desatada en Argentina en la década del 70, que fue publicado en la revista «Cristianismo y Revolución» (N° 28, abril de 1971) y en “Militancia Peronista para la Liberación» (N° 3. 28 de junio de 1973)

“…- Entonces, si usted quiere, hablemos de Garín.

– Sobre Garín cabe decir que es la demostración palpable de que aplicando una concepción táctica que detecte los puntos débiles del enemigo y aplicando esa condición fantasmal del guerrillero que reclamaba el Che, todo es posible, si además hay disciplina, capacidad técnica y disposición revolucionarla. Garín es todo lo que se dice que fue, pero fundamentalmente, para nosotros, la demostración de una posibilidad al alcance de todas nuestras organizaciones armadas. Y muchos Garín sobrevendrán en esta guerra. Pienso que lo demás sería abundar en detalles que por otra parte son ya conocidos por todos.

– ¿Es decir que no ha habido ninguna deformación de la información periodística con respecto a los hechos de Garín?

– Han habido muchas. Lo que pasa es que la suma de todas y nuestros comunicados que oportunamente fueron difundidos por la prensa oficial, por la prensa del régimen y por las publicaciones honestas, que juegan un papel valioso en la difusión de nuestro pensamiento, han logrado reconstruir una imagen suficientemente fiel de la operación.

– ¿Es solamente en detalles donde se ha deformado la cosa?

– Así es. Nuestro comunicado Nº 2 da cuenta bastante claramente de todo lo que allí ocurrió. Lo que resulta inolvidable es la actitud de la población que nos veía operar y seguía los acontecimientos como algo que en definitiva estaba muy lejos de lo delictivo. Para ellos éramos, y así oímos a los vecinos que comentaban nuestro accionar, guerrilleros en acción.

– ¿Durante la operación?

– Durante la operación.

– ¿Y se asustó la gente?

– En cierto modo sí. Ya que de Garín hablamos, quiero decirle que para nosotros fue una satisfacción inmensa más vengar, para usar un verbo que se ha hecho legítimo a esta altura, vengar a nuestros compañeros montoneros; también vengar a nuestros hermanos tupamaros.

– ¿Por lo de Pando? ¿Quiere decir que fue también una demostración de que aquellas semi victorias de los guerrilleros tupamaros y montoneros respondieron a contingencias de la operación y no a que fuera una empresa irrealizable?

– Efectivamente.

– ¿Hubo algún patetismo forjado alrededor de la muerte del suboficial de policía, que custodiaba el banco de Garín?

– Este es un punto de gran importancia. Nosotros decimos allí que no son los combatientes del pueblo los que han elegido la violencia y no es nuestra culpa tener que matar para ser libres. Referimos allí que nuestro pueblo no olvida algunos de los centenares de episodios de violencia reaccionaria: para no citar nada más que dos o tres, las matanzas atroces de Plaza de Mayo en junio de 1955, los fusilamientos absurdos de Valle y sus compañeros, la muerte de Vallese y tantos otros mártires, y por fin otra violencia menos cruda, menos visible, pero permanente, la de la explotación, la alienación que sufre nuestra gente. Esa ya es una forma de violencia enmascarada por la costumbre, mejor dicho, por una costumbre que quieren imponernos, pero que nuestro pueblo no acepta. Sulling se resistió absurdamente y nos vimos obligados a disparar sobre él. Esto se ha repetido decenas de veces en combates nuestros y de otras organizaciones armadas. Y toda vez que esto ha ocurrido, el enemigo se ha escandalizado, nos ha llamado asesinos, cobardes, etc. Pensamos que una vez más es preciso insistir, no hablando ya para el enemigo, sino para los asalariados que se juegan la vida por intereses que no son los de ellos. Para ellos repetimos que ni FAR ni ninguna otra organización revolucionarla tiene interés en liquidarlos. Es el sistema al que hay que liquidar y no a sus representantes más empobrecidos y más golpeados. Pero deben comprender que en el momento del combate, hay que elegir entre ellos y nosotros, y la causa que nosotros representamos es superior; por eso nos elegimos a nosotros. Tienen que entender además que vamos al combate con una superioridad táctica abrumadora, que tenemos capacitación técnica similar o superior a la de ellos y que tenemos la iniciativa, conocemos el terreno a la perfección y no nos pagan. No peleamos por dinero, ni por bienes materiales inmediatos, y eso trae también una superioridad moral abrumadora. Teniendo todo esto presente, lo más sensato que puede hacer es ir eligiendo el campo en el que van a dar sus combates.

En lo inmediato no les pedimos más que el respeto a nuestras órdenes. Ese ya es un primer grado de conciencia que, desarrollado, los va a llevar a elegir su trinchera, su campo de lucha, que no es el de las clases dominantes, el de los dueños de los bancos que protegen, o el de los capitalistas a los que brindan custodia. Pienso que este es quizás el problema más importante que hemos ido viendo durante este período. La necesidad de eliminar hombres que, desde el punto de vista de su ubicación en el proceso productivo, son también clase trabajadora. Pero, como también decíamos en Garín, es el precio inevitable de la rebeldía liberadora y vamos a seguir pagándola.”

Carlos Enrique Olmedo, el entrevistado, nació el 5 de enero de 1944 en Asunción del Paraguay. Su padre era un prestigioso médico paraguayo y su madre, argentina. Hizo el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires donde, en tercer año, obtuvo un puesto de celador, lo que le permitió mantener una excelente relación con todos los alumnos. Además, al recibirse, luego de seis años de estudio ahí, lo hace con 5 medallas de oro, una por cada materia en que es elegido el mejor de todos. Estuvo becado en Francia por sus estudios, graduándose en la Sorbona; uno de sus profesores fue Louis Althusser. Regresó al país e integró el grupo fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de orientación marxista, recibió instrucción militar en Cuba y pasó a ser “Germán”, “José” o “El Rubio”. Como cobertura legal trabajaba como directivo en la Fundación Gillette e inclusive fue invitado por Mirta Legrand a uno de sus almuerzos en función del cargo que desempeñaba en esa multinacional. Muere a la edad de 28 años el 3 de noviembre de 1971, como militante de las FAR e integrando un comando armado de las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP) -de efímera existencia-, cuando intentaba con otros compañeros secuestrar a un alto ejecutivo de la empresa Fiat de Córdoba, en conflicto con su personal y el sindicato Sitrac-Sitram.

Una mente privilegiada. Sin embargo, como tantas otras, contribuyó con su accionar y la aplicación de sus ideas a la destrucción del país y al nacimiento de una estupidez colectiva abrazada a una ideología condenada al fracaso. Un grupo de seguidores, no eran tantos a pesar del apoyo oficial, lo rescató del olvido y el 28 de octubre de 2015 realizó en Buenos Aires, en la Biblioteca Nacional, un “Homenaje a Carlos Olmedo. Pensamiento y Acción en los 70”, que tuvo como oradores al director de la misma, Horacio González, al director del Centro Cultural “Haroldo Conti”, Aníbal Jozami, a la académica Mora González Canosa y al historiador Roberto Baschetti. Días más tarde, el 3 de noviembre del mismo año, un homenaje similar se llevó adelante en Córdoba, primero en el lugar físico donde perdió la vida Olmedo (se plantaron árboles y se colocó una placa de mármol) y luego lo mismo en la ciudad universitaria de la docta.

Julio Comas