La inutilidad que se hereda

Por Aylén Martínez Duarte (Barrio El Cazador)

La persona que no piensa por sí misma, no piensa en absoluto

Oscar Wilde, 1854-1900

No hace mucho tiempo retomé una película, Relatos Salvajes de Damián Szifron, una antología de como la corrupción, el engaño, el enojo y el contraste social que se sufre llega a un punto tal que desencadena la violencia sin control aparente. Es nuestro mecanismo natural para defendernos y hacerle frente a la realidad que vivimos en Argentina (y no por decir solo ahí) desde hace bastante tiempo, siendo nuestro primer Ataque de Rabia el mismísimo Corralito del 2001, en el que la pérdida de  trabajos y ahorros de toda la vida, llevaron a liberar a la bestia y recurrir a la “última ratio”: la violencia, producto de la incapacidad de nuestros líderes para hacer lo correcto y pensar, como seres humanos que son, en que las personas están sufriendo y que, como ellos, son también humanos.

Siendo hija de madre chilena y padre argentino de ascendencia española, he convivido de antemano con las diferencias sociales incrustadas en la psique de la población argentina en general, y si me pidieran una descripción que encaje con la Argentina que conozco, ahora con otra mentalidad, diría “La Francia del siglo 18”; sucia, embustera y desigual, en la que el monarca prefiere reinar con su desagradable nepotismo. Pese a ello, la Francia actual se encuentra mejor que nosotros en la mayoría de los términos conocidos.

Suena exagerado, es obvio que muchos lo pensarían así. Pero solo soy una chica de 18 años que escribe y a la que muchos no tomarían en serio si les dijera que mi generación se cae a pedazos a causa de las decisiones de nuestros gobernantes que, elegidos con reconocimiento legal y constitucional, cuentan con todas las herramientas necesarias para apretar un botón y hacer desaparecer definitivamente a la clase media que apenas sobrevive con una migaja de pan sin gluten. ¿Acaso vendrá en un futuro no muy lejano un impuesto al aire, que toleraremos acostumbrados a pagar altas sumas de dinero que luego se invierten en frivolidades como un Ministerio de la Mujer, que apenas debería existir, que solo piensa en gastar una millonada de pesos en un “coffee break” o en planes sociales que si se acumulan pueden llegar a superar el salario de un Profesor que no sabe si podrá jubilarse el día de mañana?

A partir de los 15 años quise trabajar en un contexto igual de complicado como lo es ahora, partirme la espalda trabajando en lo que fuera para poder tener mi propio dinero y ¿qué descubrí?: que una persona que apenas ha hecho algo en su vida cobra más que un profesor de arte que estudió 16 años o más con cultura del trabajo y una ilusión por vivir de lo que le apasiona, pero que al poco tiempo de egresado confirmó el clásico dicho de “Soñar es Gratis”.

Nunca estuvimos bien, seamos sinceros con la realidad que nos rodea y como dice mi generación, “toquemos pasto”(1). Tal vez nuestro momento de gloria como El Granero del Mundo en 1880 o el resultado del Mundial de Futbol de 1986 nos puedan dar un poco de Dopamina y hacernos sentir en los cielos de la victoria celeste y blanca.

Al fin y al cabo, dependemos de un placebo constante.

(1) Tocar pasto: en el argot de la juventud significa “salir y darse cuenta de lo que está pasando – abrir los ojos – darse cuenta”.