Fiesta de la Flor bajo agua: la vieja maldición gitana vuelve a escena
La lluvia del último domingo alteró los planes de la recientemente inaugurada Fiesta de la Flor, obligando a visitantes y organizadores a improvisar sobre la marcha. Y como si el clima quisiera sumarse al calendario oficial, los pronósticos anuncian nuevas lluvias para el próximo domingo. Lo cierto es que, en Escobar, las precipitaciones durante la Fiesta de la Flor son casi tan inevitable como que el gato se acueste justo sobre el mantel recién lavado.
Entre comentarios nostálgicos y memes oportunos, un vecino desempolvó en las redes la célebre leyenda de la maldición de la Familia Gitana: esa explicación mística —y muy nuestra— que justifica por qué, año tras año, el cielo se larga sin falta justo durante el festejo floral.
“¡Nada es por casualidad!”, escribió con solemnidad, como si hablara de un destino sellado desde tiempos inmemoriales. Algunos se lo tomaron en broma; otros, viendo el pronóstico, empezaron a buscar paraguas con flores para estar “a tono” con la celebración.
La Maldición de la Familia Gitana
Cuentan los más viejos del pueblo de Escobar que, hace muchos años, una familia gitana quiso cruzar por la entrada principal de la Ciudad Floral. No iban a festejar ni a vender nada; solo querían llegar al cementerio, donde los esperaba el descanso eterno de uno de los suyos.
Era el día en que se celebraba la Fiesta Nacional de la Flor. Las calles estaban cerradas, los puestos brillaban llenos de colores, y la música tapaba el llanto de aquella familia. El patriarca yacía en un ataúd sencillo, cubierto con flores silvestres recogidas del monte.
Los gitanos suplicaron a los guardias que los dejaran pasar.
—Solo necesitamos cruzar —decía la mujer mayor, la abuela, con la voz rota—. Es nuestro camino al descanso.
Pero los de seguridad, cumpliendo órdenes, les negaron el paso.
—Hoy no se puede —respondió uno, sin mirar a los ojos—. Hay fiesta, señora.
La anciana respiró hondo, levantó sus manos hacia el cielo y murmuró palabras en su lengua antigua. Las nubes comenzaron a oscurecerse, el aire cambió, y un silencio raro cubrió la entrada.
—Si no nos dejan despedirnos de los nuestros, que el cielo llore por nosotros cada vez que ustedes celebren sus flores.
Y así fue. Aquel año, la fiesta terminó bajo una tormenta inesperada. Y al año siguiente, también. Cambiaron fechas, intentaron adelantarla o atrasarla, pero siempre —siempre— el día de la Fiesta de la Flor la lluvia caía sobre Escobar.
Dicen que cuando las primeras gotas golpean el asfalto, se escucha un eco lejano: el lamento de la abuela gitana, recordándole al pueblo que las flores también pueden crecer regadas por lágrimas.
Desde entonces, Escobar no solo es la Ciudad Floral. Es también, la ciudad donde el cielo nunca olvida.
La leyenda puede tener visos de realidad, pero, no puede remontarse a los primeros años de la celebración escobarense ya que, como los más viejos saben, la Fiesta de la Flor no se desarrollaba en la sede actual sino en el «Centro Comunal», lo que hay conocemos como Polideportivo «Luis Monti».