Ayer se celebró el Día Internacional de la Corrupción, y aunque con algo de retraso, aquí va nuestro tributo irónico a los ilustres corruptos del país. ¡No digan que nos olvidamos de ellos! Sería imperdonable que pasáramos por alto a quienes, con maestría, han convertido el robo en una forma de arte y la impunidad en su mejor musa.
Curiosamente, en los últimos años, los políticos han sacado de la galera una nueva figura para justificar muchas de sus tropelías: el Lawfare, esa oscura conspiración donde cada juicio o condena se presenta como un acto político y no como el simple resultado de un código penal aplicándose. Que esta posibilidad exista puede ser debatible; pero se vuelve difícil sostenerla cuando un condenado o una condenada acumula sentencias dictadas en segunda instancia y no precisamente por un juez solitario en un despacho oscuro, sino por tribunales colegiados.
En esta línea de pensamiento, el intendente Sujarchuk no quiso quedarse atrás. Con una seguridad que desborda desconocimiento en materia judicial (propia de quien carece de formación en derecho), se sumó al coro de voces que claman persecución. Al referirse a la condena de Cristina Fernández de Kirchner, sentenció: “Más que judicial, esta condena a Cristina es política: surge de un proceso nulo de independencia y viciado por múltiples irregularidades. Triste papel juega la Justicia si se la utiliza como herramienta para perseguir y proscribir a dirigentes opositores”.
Uno no puede evitar preguntarse: ¿ahora resulta que una sentencia depende del nombre del condenado para ser justa o injusta? ¿Estamos en un mundo donde, si el político de turno es encontrado culpable de robar, siempre podrá culpar a una “mano negra”? Parece que hemos perfeccionado el arte de la impunidad, y todo gracias a una reinterpretación moderna de aquella famosa frase del General Perón: “Al amigo, todo; al enemigo, ni justicia”.
Para la sociedad, justo o injustamente, todos los políticos son corruptos, una generalización que no merece incluir al intendeente Sujarchuk. Recordemos que, en su momento, él también fue investigado por un supuesto desvío de fondos públicos del programa Argentina Trabaja, en tiempos en que desempeñaba un alto cargo en el Ministerio de Desarrollo Social conducido por Alicia Kirchner, hermana de Néstor, cuñada de Cristina y tía de Máximo.
Según la denuncia, esos fondos habrían sido destinados a su primera campaña política en Escobar. Sin embargo, en marzo de 2017, el juez federal Adrián González Charvay desestimó la acusación y decretó su sobreseimiento. Según el diario La Nación, la denuncia mencionaba un presunto uso indebido de los fondos de cooperativas para pagar servicios que jamás se habrían realizado y que, en cambio, habrían financiado «una apabullante campaña publicitaria que cualquier candidato hubiera envidiado».
Por supuesto, Sujarchuk celebró la decisión judicial de su sobreseimiento. Ahora bien, ¿por qué no aplica el mismo criterio en el caso de Cristina? Quizá porque en este país las sentencias judiciales tienen un curioso doble estándar: si me benefician, son justas; si no, son un ejemplo perfecto de Lawfare.
Volviendo a nuestro homenaje a la corrupción y a los homenajeados que gozan de libertad y que celebraron su día rodeados de lujos, disertando sobre transparencia y patriotismo mientras brindan con copas que nos han robado a los contribuyentes.
No todo está perdido. El verdadero antídoto contra la corrupción no está solo en las leyes, sino en la ciudadanía activa, en el periodismo crítico y en una oposición política dispuesta a ser un verdadero vigía de los gobernantes.
Y, sobre todo, está en el principio de alternancia en el poder. Porque cambiar de autoridades no solo trae aire fresco, sino que también asegura algo fundamental: que los nuevos fiscalicen las cuentas de los anteriores, ¡cada centavo!. Sin alternancia, la corrupción se convierte en un árbol que echa raíces profundas. Porque, al final del día, la corrupción no florece en la oscuridad del sistema, sino en la indiferencia de quienes prefieren mirar hacia otro lado.
Un sesgo tan marcado no sorprende a nadie. Si, sorprende, que en plenos escandalosos casos como los de Kueider, Ritondo y el Fiscal González ni se los mencione aunque sea tangencialmente… Quizás sea que algunos si tienen visto bueno para gastar con «la nuestra»? Todo en el otro extremo de los que nos escandalizan tanto por hacer todo «con la nuestra»…. Doble vara. Esto sí que es periodismo!!!!
Por favor, no seamos injustos, y no estigmaticemos a los pobres corruptos que se les va a crear un trauma!
Le dijeron feliz dia al mandamas de la ugc 3 ?…no sean ingratos …