Constructora: 10; Municipalidad: 0

En este espacio (ver  fotografía) ubicado al pie  de la barranca de El Cazador funcionó durante varios meses un obrador emplazado por la empresa que repavimentó la Ruta 25 desde el Puerto del Escobar hasta El Cazador. Aquí mismo estacionaban máquinas viales; circulaba personal; se levantaron montículos de arena y  tierra; había depósitos de materiales y herramientas; oficinas técnicas, administrativas y de control; vestuarios y  baños.  Al finalizar la obra, en cuestión de horas,  «levantaron campamento» dejando el lugar en condiciones impecables, tal como registra la imagen.
Mientras tanto,  a pocos metros de allí, a lo largo de un extenso trayecto de la ruta (turística, por cierto), su banquina, numerosos espacios descubiertos  y la vegetación que la rodea ofrecen una vista lamentable y miserable con basura esparcida por doquier. Son muchos los que se preguntan dónde quedó el «Estado Presente» -del que se jactan las autoridades comunales- que en este lugar, como en muchos otros, se caracteriza por su ausencia. Tal vez sostengan los funcionarios públicos el mismo criterio  que el de esa cooperativa, que se niega a levantar la basura del piso de los puntos verdes porque «total, al día siguiente vuelve a estar sucio». A los funcionarios responsables les recomendamos la lectura de la «teoría de las ventanas rotas» que, si bien fue analizada y elaborada ante un problema de inseguridad, alude a una suerte de «efecto contagio» que provoca el abandono y el deterioro. ¡También la limpieza y la suciedad provocan ese «efecto contagio»!

La teoría de las ventanas rotas

Por Daniel Eskibel
En 1969, en la Universidad de Stanford (EEUU), el Prof. Philip Zimpardo realizó un experimento de psicología social. Dejó dos autos abandonados en la calle, dos autos idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York, y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California.

Dos autos idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio.
Resultó que el auto abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado en pocas horas. Perdió las llantas, el motor, los espejos, la radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, y lo que no lo destruyeron. En cambio el auto abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto.
Es común atribuir a la pobreza las causas del delito, tema en el que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras (de derecha y deizquierda). Sin embargo, el experimento en cuestión no finalizó ahí.
Cuando el auto abandonado en el Bronx ya estaba deshecho y el de Palo Alto llevaba una semana impecable, los investigadores rompieron un vidrio del automóvil de Palo Alto. El resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?
No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales. Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre el auto reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.
En experimentos posteriores (James Q. Wilson y George Kelling) desarrollaron la ‘teoría de las ventanas rotas’, misma que desde un punto de vista criminológico concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden y el maltrato son mayores.

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen ‘pequeñas faltas’ (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.
Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.