Raza emergente de madres

Un grupo de padres concurrió el pasado viernes 16 a la Plaza San Martín de Belén de Escobar para manifestarse en favor de la reanudación de las clases tras siete meses de interrupción a raíz de la decisión adoptada por el gobierno en el marco de la pandemia.

La concurrencia se hizo escuchar y visibilizó algunos letreros con frases y expresiones que reflejaban sus convicciones:  «Un pueblo ignorante es el instrumento de su propia destrucción, Simón Bolivar» y «Educación, única forma de romper con la pobreza» fueron algunos de los mensajes que se leían.

Los padres solicitan, como primer paso,  ofrecerles «un final digno» a quienes cursan el último año de primaria y  secundaria, y el regreso del resto de los cursos,  con protocolos,  teniendo en cuenta la realidad de cada escuela.

“Más madre que nunca”

Carta escrita por una madre del Municipio de Pilar:

Caba logró comenzar a articular aperturas y nosotros, los del Amba, nos quedamos como pasajeros en tránsito observando partir los vuelos. Tenemos miedo de ser olvidados, de quedar detenidos frente a un semáforo que se toma demasiado tiempo para cambiar su luz. Sabemos que para nuestros hijos el semáforo emocional está fijo en rojo, y no va a cambiar hasta tanto no vuelvan a las aulas, en principio, quienes más lo necesitan: los chicos más vulnerables para quienes la escuela era -es- contención, alimento, educación y crecimiento, y aquellos que terminan un ciclo de vida.

El señor Presidente dijo que el banderazo del 12 de octubre se llevó a cabo para exacerbar el odio. Yo quisiera contarle que muchos fuimos por nuestros hijos, motivados por el amor profundo que sentimos por ellos. Que nos duele en el alma verlos así. Que no sentimos odio, sino una profunda tristeza. Quienes nos manifestamos somos la punta del iceberg: están quienes se quedan con sus hijos, puertas adentro, diciendo que “ya está”, no menos abatidos que quienes nos movilizamos. Somos una raza emergente de madres que no pertenecemos a ninguna agrupación política, que ni en nuestros sueños más delirantes nos hubiésemos imaginado agruparnos de esta manera, robándole horas a nuestros trabajos y familias para ir contándonos lo que viene pasando entre las diferentes provincias y distritos, debatiendo sobre las formas posibles para ser escuchadas, y armando una red de información para estar al tanto de lo que pasa en cada municipio.

Admiramos a quienes, al menos, logran ser atendidas dentro de los despachos; y nos compadecemos frente a quienes, como a mí, nos toca ser ninguneada en la calle, sin permitirnos el acceso a un organismo que es público, para dejar un petitorio de vuelta progresiva a las aulas. Ciudadana de segunda. Así me sentí frente a la Municipalidad de Pilar. Nos dijeron que recibirían el petitorio sólo si se iban los manifestantes. Hicimos caso. Durante una hora y media, tres madres en compañía de dos perros callejeros esperamos ser atendidas. Alguien que no fue el intendente recibió el petitorio. Esperamos otros cuarenta minutos, también en la calle, para que nos devolvieran el papel sellado. Mientras a las madres nos apremia la desesperación por un fin de ciclo inconcluso y las autoridades se resisten a escucharnos, la Diegep -Dirección de Educación de Gestión Privada- continúa amenazando a todos y cada uno de los colegios privados: “Ningún colegio está autorizado a abrir y ofrecer actividades presenciales de ningún tipo (deportivas, recreativas, académicas). Las transgresiones serán motivo de intervención desde la Diegep, además de eventuales presentaciones judiciales por parte de terceros”. Así, nuestros esfuerzos quedan aislados, el miedo desgarra cualquier acto de valentía institucional. Pero somos madres y defender a nuestra manada nos lleva a seguir adelante. El domingo que pasó, mientras celebrábamos nuestro día con quienes nos constituyeron en esto que somos, abrieron los colegios para que votaran 142.000 ciudadanos bolivianos (ellos sí, ciudadanos de primera). En los mismos colegios estatales que, luego de siete meses cerrados, las autoridades confirmaban que no estaban en condiciones de abrir. Gran parte de nuestros vecinos bolivianos lo hicieron en Pilar, uno de los municipios más prohibitivos a la hora de coordinar cualquier tipo de apertura.

Sé que los adultos estamos cansados. Que son demasiados atropellos. Y que el año se termina. Pero aún no. Un mes y medio es un montón en la vida de un menor. Nos necesitan más que nunca para que defendamos sus derechos inalienables. El apoyo es contundente. Hasta la Sociedad Argentina de Pediatría se manifestó a favor de las clases presenciales. Y la OMS llama a los líderes mundiales a dejar de utilizar el confinamiento como medida. Así lo expresa la declaración de Great Barrington con más de 16.000 doctores firmantes. Estimo que podríamos utilizar el acondicionamiento de los colegios después de los 142.000 sufragios para que, en pequeños grupos, puedan comenzar a revincularse los alumnos.

Mi hijo mayor se llama Dante. Este último mes la vida me llevó a conocer a muchos otros como él. Con diferentes formas, pero con el mismo sentir. El silencioso, el manifiesto, el enojado, el vencido, el dispuesto a dialogar con los medios, el que se sentó con diputados, el que sonrojado se animó a hablar por zoom. Todos atravesados por la misma angustia.

En una de las manifestaciones los egresados pegaron carteles frente a la Municipalidad. Uno de ellos escribió “la única curva que aplanaron es la de mi felicidad”. Cada vez que lo recuerdo se me hace un nudo en la garganta. Es la frase que me hace seguir activa, golpeando puertas, hablando por zoom, pensando en qué más se puede hacer para que nuestros hijos recuperen su identidad, su pertenencia, su sociabilidad.

Fue un día de la madre especial. El abrazo que nuestros hijos nos brindaron se los devolvimos multiplicado. Cuentan con nosotras. No están solos. No lo estarán nunca.

Danisa Pedruzzi