Puesta en escena para entregar netbooks en una escuela

Fue una ceremonia digna de los tiempos actuales.

Los amantes del poder -léase una buena parte de nuestra “clase” política y sus delfines- volvieron a montar, esta vez en la escuela secundaria 33 de Matheu, su clásico show político para hacerse ver y oír distribuyendo 72 netbooks, como si ello se tratara de un acontecimiento histórico.

Vemos así, con bronca algunos, con resignación otros, que estos personajes siguen considerando, cual reedición barata del “panem et circenses” de la antigua Roma, que el figurar «obsequiando» algo en forma personal, adquirido obviamente con el dinero de otros, constituye un camino idóneo para la capitalización de futuros votantes, sin tener en cuenta que lo que la gente les reclama, es que bajen de la nube de gas en la que viven y se “aggiornen” a la realidad del ciudadano común que, a diferencia de ellos, estudia, trabaja y produce poniéndole día a día el hombro el país.

No se trata de restar importancia a la decisión de que todos los estudiantes puedan contar con un elemento que les facilite el acceso a la informática, pero ¿era necesario montar todo el circo político que rodeó a su entrega cuando lo que realmente nos interesa como padres es que nuestros hijos no pierdan más horas de enseñanza?

¿No hubiera sido más provechoso que el personal directivo y docente del establecimiento entregara sin tanta parafernalia partidaria las netbooks a los chicos no afectando así el normal dictado de clases?

¿Se habrá percatado el intendente interino Beto Ramil que a los alumnos les importaba, como diría mi abuela Emilia, “un corno a la vela” lo que decía sobre la «articulación constante entre el gobierno nacional, provincial y municipal» o que «estamos construyendo juntos una sociedad más inclusiva«, y que lo único que esperaban era la finalización de su “show” para «romper filas» y volver al aula hartos de escuchar discursos plagados de palabras huecas que no tienen en cuenta el estado depresivo que hoy afecta a muchos chicos como secuela de la salvaje y aberrante cuarentena a la que fuimos sometidos por un gobierno que, en un claro alarde del “haz lo que yo digo mas no lo que yo hago”, se daba “la dolce vita” haciendo precisamente lo que al pueblo le prohibía mientras habilitaba vacunatorios VIP para que algunos de sus selectos jerarcas recibieran anticipada e indebidamente la primera dosis de una vacuna que, seguramente, hubiera salvado la vida de muchos de sus padres y/o abuelos de haber llegado a ellos como hubiera correspondido?

Y como frutilla del postre, no podemos pasar por alto la inveterada costumbre de los gobernantes escobarenses de mostrarse en público y jactarse de sus virtudes buscando, cual si de próceres se tratara, perpetuar su imagen a través de afiches y enormes carteles, como los emplazados recientemente a lo largo de la Ruta Panamericana, en los que el protagonismo central lo tiene -como  de costumbre- el alcalde en uso de licencia Ariel Bernardo Sujarchuk, cuyo retrato se reproduce una y otra vez (no hace falta decir con qué fondos solventados) haciendo honor a lo que a decir de muchos constituye un culto a la personalidad o, mas bien, al  narcisismo.

Tal vez, algún día estos individuos comprendan que los ciudadanos no votan figuras actorales, sino simplemente a otros ciudadanos de los cuales solo se espera eficiencia, transparencia, humildad y vocación de servicio, atributos que hasta ahora no han demostrado poseer.

Dr. Marcelo L. Soto