No maten a las abejas

Edgardo Klöster vive en El Cazador y es perito apicultor en la zona desde los 16 años. Estudió y se recibió en SAGS, la Sociedad de Apicultores de General Sarmiento. «Quería pedirles un gran favor: no maten a las abejas» suplica Edgardo. Y recalca: «Nos tenemos que replantear todo lo que hicimos mal en el planeta y cómo remediarlo». Con ese objetivo y para aportar conocimiento, conciencia y ponerse a disposición de los vecinos, elaboró esta nota que nos introduce al maravilloso mundo de las abejas.

Primero quiero explicarles que la abeja es un ser extraordinario que habitó este planeta millones de años antes de la aparición del ser más dañino que haya existido, o sea nosotros. Ella se encargó de polenizar, por ende de esparcir todo el mundo vegetal que existe en nuestro mundo, sin ella nada habría sido posible.

Las abejas no son agresivas en situaciones normales, solo utilizan su aguijón para defenderse de una agresión, que se produce cuando algo se interpone en la puerta de su casa (que puede ser una colmena tradicional, el hueco de un árbol o de una pared, entre otros lugares), llamada por nosotros «piquera» porque justamente es donde pica. También pueden picar cuando se las pisa o aprieta sin querer, por ejemplo al costado de una pileta cuando quiere beber agua; cuando el apicultor remueve o trabaja en su casa (la colmena, el hueco del árbol, etc.) o porque están en un lugar disimulado e inadvertido y uno sin querer acerca su mano o cuerpo, como suele pasar en zonas muy arboladas de quintas, como es el Cazador.

Si se encuentran en un lugar alto, distante de la gente, jamás picarán y lo mejor será dejarlas tranquilas para que cumplan con el trabajo para el que fueron creadas.

En la época del año de la floración, en la que estamos precisamente ahora, verán un fenómeno extraordinario llamado enjambrazón, que suele producir temor, injustificado, porque en ese estado no pican (tampoco deben ser molestadas, atrapadas ni apretadas). Para que se entienda, esta mágica obra de la naturaleza puede resumirse del siguiente modo: así como nosotros crecimos y formamos una familia, las abejas también lo hacen al reproducirse como colonia, es el modo que tienen de subsistir, seguir polenizando flores y produciendo remedios en sus increíbles laboratorios, que son sus colmenas.

¿Cómo se diferencia un enjambre de un numeroso grupo de abejas librando néctar o juntando polen en un jardín florido? Es muy simple, un enjambre es una nube muy ruidosa que sale de una colonia de abejas ya consolidada (colmena, árbol ahuecado, alero, cielo raso, entre techo, chimenea, etc.) y circula volando hasta que se posa en una rama o lugar elegido donde forma una «pelota o bola» de abejas.

Es muy común asustarse y tirarles agua o veneno o llamar a una empresa fumigadora. Pero tengamos en cuenta que matarlas es matarnos, aunque esta apreciación suene extremista. Por ese motivo, les recomiendo comunicarse con un apicultor amigo o también pueden llamarme a mi para capturarlas vivas en un cajón colmena. En mi caso, deseo aclarar que no saco colonias de abejas de techos, chimeneas, árboles ahuecados, etc. que ya están afincadas en el lugar, solo busco los enjambres en su estado natural. Esto lo menciono porque sacar una colonia de los lugares antes citados requiere esfuerzo, tiempo y materiales para reconstruir lo que se debe destruir para sacarlas. De todos modos pueden consultarme, será un placer asesorar a los interesados sobre los pasos más  recomendables que se deben dar. De comunicarse conmigo, lo más apropiado será sacar fotos o hacer un videito del enjambre para poder apreciar en qué situación se encuentra (altura, dificultades, limitaciones, etc.).

Invito a mis vecinos a cuidar y apreciar a las abejas, esas “trabajadoras puras”, como alguna vez las calificó Pablo Neruda.

Edgardo Klöster: wtsp 11 50262037