Lo que se viene cuando la caja se termine

Un Estado paternalista con superávit y dinero para repartir es para cualquier desprevenido, sin dudas, el mejor modelo de Estado. El mismo Estado con déficit, sin dinero y acuciado por las deudas es, para ese mismo desprevenido, lo peor de lo peor porque, además de no poder crear más expectativas de dádivas y pseudo progreso, en una democracia sin fraudes los políticos se quedan sin los votos necesarios para su reelección. Eso, que se ha convertido en una cruda realidad para algunos Estados latinoamericanos, lo saben muy bien los gobernantes populistas y a duras penas pueden someter a  pueblos que, definitivamente, han perdido toda esperanza de progreso;  en tiempos de normalidad cualquier artimaña para ocultar la realidad puede pasar inadvertida, pero cuando se presentan situaciones tan graves como las que repentinamente nos han tocado comenzar a vivir, las cosas se ponen serias y es muy difícil y peligroso seguir recurriendo a falsos e inconsistentes justificativos.

El populismo presente en las políticas aplicadas en el País a partir de la década del cuarenta del siglo pasado con una industrialización que buscaba reemplazar importaciones, con pleno empleo y una necesidad económica global expansiva, tuvo su mejor momento hasta los años setenta. El ataque a las instituciones, al capital y a las principales industrias fuente genuina de trabajo, el secuestro y asesinato de los más brillantes dirigentes de parte de grupos armados contrarios, incluso, al conservadorismo peronista, provocó la masiva huida de capitales e industrias a países más seguros para su radicación y motivó el retorno a la polarización latinoamericana derivada de la especialización del trabajo con la dicotomía formada por la producción industrial y la producción de materias primas y alimentos. Brasil quedó beneficiado por la primera de esas condiciones, recibió el regalo de nuestras principales industrias y, sin competencia, pudo crecer y mejorar sensiblemente su principal endemia, la falta de ocupación. La producción de materias primas y alimentos quedó para el resto de los países de la región que fueron perdedores en lo referido a la mano de obra. El Mercosur, Tratado fundamental para el Cono Sur, se encuentra diseñado tomando como base ese proyecto. Los dirigentes que sobrevivieron fueron los perdedores, se quedaron fuera de la diáspora, fueron copados por las ideas regresivas de los triunfadores de esa guerra e insisten, desde hace cincuenta años, en el antiguo y frustrado esquema industrial sin entender que el mundo los pasó por encima y ahora el futuro nos lleva inexorablemente a nuestros orígenes, que para crecer hace falta arañar la tierra donde se halla para extraer la principal riqueza del país. Es imposible, incluso para Brasil, competir con los gigantes de la industria que ya no están en Europa ni en EE.UU., ahora se encuentran en el Oriente donde sobra la mano de obra barata y donde se concentran los principales adelantos tecnológicos que hacen ilusoria cualquier idea de industrialización local con costos competitivos.

Vivíamos bárbaro

Al país hay que pensarlo diferente y al actual gobierno, lamentablemente, no se le ocurre ni la menor idea para erradicar la pobreza, eliminar los asentamientos precarios, dar trabajo a los desocupados que según datos derivados del pago del IFE ya superan los diez millones, y comenzar el lento camino de la recuperación de lo perdido en cincuenta años de mentiras. Para colmo, en lo que nos toca, siguiendo la pauta populista, todos vivíamos bárbaro hasta el pasado marzo, nadie cuestionaba la falta de transparencia en el manejo de la caja, nadie advertía que lo que se debía cobrar no se cobraba, lo que se debía pagar no se pagaba o lo que se debía gastar no se gastaba. Nadie objetaba que el Presupuesto de Recursos y Gastos del Municipio o la Rendición de Cuentas ante el Honorable Consejo Deliberante se trataran de apuro y no se hicieran públicos.  Y si en determinados eventos se tiraba la casa por la ventana todos íbamos contentos a la fiesta sin objetar la viabilidad del gasto.

Nuestro intendente

Pero algo se terminó, si la pandemia es grave, mucho más grave será la post-pandemia sin recursos para seguir repartiendo. Va a ser difícil y será necesaria mucha imaginación para seguir con el paternalismo en el país que se viene, un país en eventual default nacional, provincial y municipal, con los comercios de cortinas bajas, fábricas cerradas y millones de personas mantenidas a duras penas con lo que les tira un gobierno nacional también fundido. Nuestro intendente sigue fiel a su esperanza de obtener el pago de impuestos inflados para mantener una planta de personal inamovible que se lleva el setenta por ciento de sus recursos. Nuestro gobernador incorpora a sus genes académicos fuertes dosis de estupidez anunciando su propósito de obtener alrededor de setecientos millones de dólares de los mismos acreedores a los que, ayer no más, les había anunciado su decisión de defoultearlos y hoy ya lo ha cumplido. En el colmo de su delirio cree en la ingenuidad de los malditos. Si no los consigue, según dijo, la situación de la provincia sería insostenible y ahí sí, deberá recurrir a su arma preferida: culpar de todos los males a la pobre Mariuge que, total, soporta imperturbable y silenciosa todos los agravios.

Cierto grado de responsabilidad, entre tanta “zanata”, tienen el presidente y su equipo que, junto con la oposición, manejan como pueden la lucha contra la pandemia y, con una adultez encomiable, se proponen pagar o patear para más adelante la deuda externa ya vencida.

Las tasas municipales

¿Existe un plan B post-virus? ¿Alguien habrá pensado en el día después cuando los que nunca pagaron porque nunca les cobraron o no les dieron lo que les tenían que dar sigan sin pagar? Me estoy refiriendo a los responsables del pago de la tasa por Servicios Generales. ¿Quiénes y cuántos somos los incautos que todavía pagamos para que nos engañen con grandes carteles anunciadores de obras pagadas por otros, nos rellenen los baches con tierra o nos encandilen con chalecos fosforescentes de “Ariel Hace”?

Por incautos me estoy refiriendo a los responsables del pago de la tasa por Seguridad e Higiene, que de seguridad e higiene no reciben nada, a los responsables de la contribución por cartelería en la vía pública promocionando ventas a puertas cerradas, a contribuyentes por Ingresos Brutos, Iva, contribuciones patronales y sueldos de empleados y obreros encerrados en una cuarentena interminable. Me estoy refiriendo a empresas de transportes privadas sin pasajeros que transportar, a monotributistas sin facturar, a corralones de materiales con obras paralizadas y expendedores de combustible con automóviles sin circular, a bancos sin depositantes, a cheques rechazados sin poder canjear. El futuro resulta aterrador cuando todos los que aportamos a la fuente de recursos del Estado nos vemos imposibilitados de seguir trasladando ingresos a esa bolsa llena de agujeros.

Además, con los bolsillos vacíos como bien declara, ¿cómo hará nuestro “conductor” para gestionar sus nuevos desafíos en los tiempos que se vienen? ¿Seguirá funcionando el “aplausómetro” de Honorables Concejales propios y no propios sin saber lo que aplauden y sin rendir cuentas por el costo que sus aplausos tienen para la comunidad?

Jorge Ferreyra