«Lo mejor que me pasó es haber nacido en Escobar»

Telmo Hisaki es una de las personas que contribuyó a diseñar el Escobar del siglo XX, aquel Escobar que se hizo conocido en todo el país, e incluso más allá de nuestras fronteras, como Ciudad de la Flor. Al llegar su padre a la Argentina en 1927, y dos años después a Escobar, su objetivo era tener una estancia. No lo logró, pero abrió uno de los primeros viveros de la región, mientras su hijo transformaba en un emprendimiento comercial de envergadura la producción y venta de flores que hasta ese momento había manejado su padre. Telmo fue uno de los integrantes de la primera comisión directiva de la Fiesta de la Flor, que posteriormente dirigió por varios años.

 

¿A qué se dedicaba su padre en Japón?    

La procedencia de mi papá es de tamberos, vivía en la parte Norte de Japón con mucha llanura a diferencia del resto del país, que es muy montañoso. El ahí tenía y ordeñaba vacas. Era el séptimo hijo varón de la familia. Decía que si se queda en Japón “no hago nada”, entonces decidió venir a la Argentina para criar vacas y “tener una estancia”. Pero cuando llegó a la Argentina los paisanos que estaban de antes le decían: “Hisaki, vos de peón de estancia jamás vas a tener una estancia. Dedicate a otra cosa y entonces con esa plata te comprás una estancia”. Así fue como empezó con floricultura en Escobar.

¿Cómo fueron sus inicios?

Él era muy visionario, veía muchas cosas que tal vez otros no apreciaban. Empezó a crecer y creó una gran familia de floricultores.

Y usted nace en ese ambiente.

Yo prácticamente nací dentro de un invernáculo (sonríe). Nací dentro de la floricultura que hacía mi padre.

¿Estudió en Escobar?

Si, hice la primaria en Escobar y dos años de secundario en el  Otto Krause , después dejé y sabía que si dejaba el estudio tenía que trabajar, entonces empecé a dedicarme al cultivo.

¿A dónde se vendía la producción de flores?

Al Mercado Central de Flores de Buenos Aires, se trasladaba en camiones, salían tres por día. Ahora la producción en Escobar se acabó.

¿Cuándo nace el vivero?

El vivero se hizo por motivos circunstanciales. En la década del 60 mi padre viajó a Japón  y «dejó el mando» del cultivo en mi. Cuando volvió le había cambiado toda la estructura al trabajo, porque mientras antes trabajábamos la familia, todos, en el cultivo, cortábamos las flores y las empaquetábamos, yo puse personal. Cuando volvió mi padre le dije que no necesitaba trabajar más, porque de ahora en más  ya estaba todo organizado, tanto la parte del cultivo como lo relacionado a las ventas, “vos te podés quedar en casa tranquilo” le dije. Pero mi papá no era de quedarse tranquilo en la casa, se aburría y ahí le surge la idea de poner un vivero con venta al público. Y así fue como puso el primer vivero sobre la ruta. En aquel entonces estábamos en medio del campo, pero pasaba mucha gente de paseo los sábados y domingos para ir al río o al Cazador, por supuesto no tanta como hoy. Y así empezó. Mi padre veía eso, la cantidad de gente. Después lo siguió mi señora y finalmente mis hijas.

¿El vivero era más pequeño?

Si, eran dos invernáculos pequeños.

¿Cuáles fueron las mejores épocas de venta de árboles, plantas y flores?

El vivero siempre anduvo bien, y por el vaivén de la política argentina y de su economía, siempre hubo altibajos. Pero uno se afianzó en el trabajo y hoy pese a la recesión no se la nota en el vivero. Y eso que no es un artículo de primera necesidad. En el pasado sí se notaba cuando había recesión, pero en los últimos años no se notó.

Usted estuvo desde los inicios en la Comisión Directiva de la Fiesta de la Flor. ¿Qué recuerdos tiene de esa época?

En 1964 Don Arturo Brossio, arboricultor de Matheu y rotario de Escobar,  se preguntó porqué no hacemos una Fiesta de la Flor en este lugar, por ser un centro de floricultura. Y así se creó la Fiesta y asumió la presidencia.

¿Cuáles fueron sus primeras tareas o responsabilidades?

Mi misión era contactar a otros cultivadores y en esa época viajábamos a Mar del Plata, a Rosario y a otros lugares donde habían cultivos, para invitarlos a concurrir a la Fiesta.

¿Fueron difíciles los primeros pasos?

No costaban esfuerzo, había que dedicarle tiempo y trabajo, pero la gente respondía gracias a Dios.

¿Cómo obtuvieron el predio de la flor?

Gracias a Luis Brusi, él era un gran empresario. Y gracias a él se hizo grande la Fiesta de la Flor, porque sino se hubiera perdido. Venía  mucha gente, llegó un momento en el que no alcanzaba el predio, que es grande, y sin embargo se llenaba.

Usted lo sucedió en la presidencia.

En un momento decae la Fiesta, muchos lo calificaron como una etapa de decadencia. Fue entonces cuando Patti asumió como Intendente de Escobar y me llama para ayudarlo con la Fiesta. «Las cosas ya no andan bien» decía él. Y en la intendencia de Escobar pesa mucho este evento. Así fue como lo sucedí a Brussi.

¿Cómo fue esa experiencia?

Muy linda. Me gustó porque todo lo que tenía en mente, toda la creatividad, podía aplicarla ahí. Pero como todas las cosas, y en una institución también, siempre hay un comienzo y un fin. Y uno cuando asume tiene que saber dónde está el fin, cuándo termina el ciclo. Estuve ocho años y en los últimos también se empezaron a acabar las ideas. Y es bueno que entren mentes nuevas, nuevos pensamientos, por eso se necesitaba un cambio.

¿El predio ferial es autosustentable o demanda recursos del Estado?

Teniendo buen manejo económico se autosustenta. Porque en mi época aparte de la Fiesta de la Flor se hacían cosas en el predio, se lo alquilaba. Cuesta mucho pero es autosuficiente.

¿Puede funcionar en el lugar una exposición durante todo el año?

Hay posibilidades. En mi época también  se pensó mucho en eso. Por ejemplo hacer el mes del clavel, el mes del gladiolo, e ir rotando todo el año. Pero eso tiene que estar bien compaginado, no es tan fácil, pero se puede.

¿Corremos el riesgo de  que otra ciudad nos quite el preciado rótulo de Ciudad de la Flor?

Si, porque en Escobar la producción se acabó. En otros lados se produce mucho menos, pero los que quedaron, sobre todo en el sur de la provincia de Buenos Aires, siguen produciendo, aunque en menor escala.

Argentina era un importante exportador de flores.

Así es, pero ahora es un importante importador. Importa todas las flores.

Su vivero tiene un hermoso jardín japonés.

Si, lo hizo el Ingeniero Inomata que también hizo el jardín japonés de Escobar. Mi padre fue quien trajo a Inomata de Japón. A los 30 años de estar radicado en Escobar, mi padre volvió a Japón y ahí dio una conferencia en la gobernación de Hokkaido  y entre el público estaba el Ingeniero Inomata escuchando las vivencias de un japonés en la Argentina. Entonces le preguntó si lo podía llamar para trabajar en la Argentina y mi padre accedió. Así fue como vino al país y trabajó con nosotros. Y como era ingeniero en jardines japoneses, mi padre le pidió diseñar este jardín. Después reconstruyó también el jardín japonés de Palermo, del cual no había quedado nada. La gente pregunta porqué está tan atrás en el vivero. Y la respuesta es simple: porque los jardines japoneses no se hacen para la vista o en la entrada de una casa, sino para el disfrute del dueño de la casa. Es un jardín de meditación, para que su dueño apacigüe su ser. Trabajando con Inomata aprendí mucho del significado que tienen las piedras en un jardín japonés.  Antes no entendía nada (sonríe).

La colectividad japonesa en Escobar creó la Plaza Japón ubicada en el barrio El Cazador en reconocimiento a Escobar y a su pueblo.

Si, la diseñó Inomata y yo hice la parte laboral. Se plantaron gran cantidad de cerezos japoneses. Pero los animales terminaron destruyéndola y los mismos vecinos tampoco la cuidaron. Así fue que se perdió la Plaza Japón, fue una lástima porque se podía haber hecho una cosa muy linda.

¿Cuáles son los mejores recuerdos de su vida?

Lo mejor y lo que más agradezco es haber nacido en Escobar, porque la gente me ayudó mucho, siempre, en el emprendimiento que he hecho y gracias a eso se hicieron muchas cosas.

¿Qué reflexión le merece el cambio que sufrió Escobar en las últimas décadas?

El cambio fue bueno pero a Escobar le falta mucha infraestructura, no tiene una buena entrada y salida al pueblo para transitar mucho más cómodo, nunca se lo planificó.

¿Qué sueños o proyectos tiene aún?

A los 82 años ya no tengo proyectos, trato de disfrutar el poco momento que me queda de vida. Pasarla bien (sonríe).