«La incompetencia que pagamos todos»

Antes que nada, quiero aclarar que esta es una experiencia que tuve en la AMIP (Administración Municipal de Ingresos Públicos). Pido disculpas por lo extenso, pero cada detalle es importante para que otros contribuyentes puedan hacer valer sus derechos.

En mayo, fui a la AMIP para pagar unos meses de impuestos que tenía atrasados. Como no disponía del monto completo, acordé pagar en tres cuotas, compromiso que cumplo puntualmente.

En ese momento, pagué la primera cuota. Además, para evitar futuros inconvenientes, gestioné el débito automático con la misma señorita que me atendió. Ella me aseguró que todo estaba en orden para que mis impuestos fueran debitados este mes, pero lamentablemente eso no sucedió.

Como aún tenía que pagar la segunda cuota, aproveché para ir a la AMIP, pagarla y obtener un número para preguntar por qué no se había debitado el mes de junio. La primera persona que me atendió, según mi turno, revisó mis documentos del compromiso de pagos y los comparó con su computadora. Me insistía de manera brusca y repetida que aún debía la segunda cuota, la cual acababa de pagar. Sin embargo, al no haberse registrado el pago de inmediato, ella no lo había visto reflejado. Si hubiera revisado los documentos correctamente, habría visto el sello que indica ‘PAGADO’. A pesar de mis intentos por explicarle, ella continuaba insistiendo sin dejarme hablar.

La señora no comprendía que mi motivo de estar allí no era por esa cuota pendiente, sino por el problema del débito automático que no se había efectuado en mi cuenta.

Al seguir insistiendo de manera poco amable en que la cuota no estaba pagada y que además debía los últimos dos meses, mi paciencia comenzó a agotarse. Quería explicarle que me había adherido al débito automático y le pedí que por favor verificara eso en su pantalla. Mira su pantalla y me dice que no estoy en débito automático.
Sin más palabras, tratando de mantener la calma, solicité hablar con su jefa.

Su jefa nunca vino a hablar conmigo. Permaneció en su trono mientras la señora que me atendió le hablaba. Sin embargo, lo importante era que nadie me daba una respuesta sobre porqué no se habían debitado mis impuestos ni quién había realizado el trámite ese día.

La señora que me atendió volvió a su cabina, donde yo seguía esperando una respuesta. Me comentó que probablemente el problema había sido del sistema, refiriéndose al sistema 360. Que se producen «microcortes» y probablemente afectó el trámite.

Cuando le dije, con simpatía, que pagamos viajes a Colombia, donde el intendente participó en un encuentro vinculado con la IA, pero el 360 no anda, claro… (silencio sepulcral).

Como estaba esperando una solución a mi problema, aproveché para preguntarle si podía explicarme la ‘tasa de protección ambiental’. Ella no sabía de qué le estaba hablando. Es decir, ni siquiera pude obtener información detallada sobre qué servicios estoy pagando bajo el concepto de ‘tasa de protección ambiental’.

Finalmente, su jefa la llamó y me dirigió a la cabina 1, donde estaba sentada la señorita que me había atendido ese día.

Para ese momento, yo ya estaba empezando a sentirme molesta cuando esa señorita, con total desparpajo, me dijo que el motivo por el cual no se había debitado era mi responsabilidad, ya que no había respondido al correo electrónico el día en que solicité el débito. Abrí mi correo y respondí a esa autorización frente a ella para disipar cualquier duda. Entonces, exigí que esas dos cuotas pendientes se me cobraran mediante débito automático y sin intereses, lo cual finalmente hicieron.

Todo esto tomó una hora y aún no se había resuelto el problema. Luego la señorita regresó y me informó que el problema había sido del sistema 360.

El asunto no termina aquí. También me dijo que cuando resolvieran el problema, me llamarían por teléfono. Mi pregunta obvia fue: «¿Podemos verificar el número por favor?»

Me dio un número que no tenía idea de quién podría ser. Naturalmente, le pregunté si tenía mi página abierta en su pantalla, me confirmó que sí, era mi cuenta.

Le dicté mi número de teléfono y lo escribió incorrectamente. Lo intenté una segunda vez, pero volvió a escribirlo mal. En el tercer intento, se lo dicté nuevamente y de nuevo lo escribió mal.

Ya sorprendida por su falta de eficiencia, le pregunté si estaba subestimando mi inteligencia o si algo le había afectado durante el fin de semana largo. Finalmente, le pedí papel y lapicera y le escribí mi número en tamaño 3 cm, ocupando toda la hoja. Ella lo escribió en la computadora y, al pedirle que me lo repitiera, lo hizo correctamente. El problema ahora es asegurarme de que todos mis datos estén guardados correctamente. Lo averiguaré si me llaman por teléfono o si debo perder otra mañana en AMIP.

Cuando fui a la caja para pagar las dos cuotas que no habían sido debitadas, le entregué mi tarjeta a la cajera en mano. No podía ver el postnet, así que le pedí amablemente que lo colocara sobre la mesa para poder visualizarlo. De manera muy brusca, me respondió que no lo iba a ver estando sentada. Le repliqué que si se levantaba, lo podría ver perfectamente. Sin embargo, no se levantó. Bajó el postnet, escribió los números, luego lo volvió a subir, insertó mi tarjeta, la retiró y me la «tiró» sobre la mesa. Literalmente. Así de educada fue la señora de la caja.

Más de uno podría decir: «El trámite se puede hacer por Internet», sí, es verdad. Sin embargo, yo estaba en ese momento en AMIP y decidí aprovechar para hacerlo ahí mismo. Pero lo hicieron mal. La primera señora que me atendió me dijo lo mismo, a lo que le respondí como mencioné antes. Además, en varias ocasiones me repitió que están allí para ayudarnos. Bien, hice uso de su frase y por eso decidí realizar el trámite allí en ese momento.

En conclusión, la sumisión no es una de mis virtudes.

No tolero que subestimen mi inteligencia, al igual que la de nadie más, y hago que se note. Detesto la falta de educación, así como la falta de respeto al tirar una tarjeta de débito que entregué personalmente. No levantarse para mostrar un postnet a un contribuyente, cuando por ley ni siquiera deben tocar mi tarjeta, es inaceptable. Hago valer mis derechos. Hago valer mi integridad. Soy una contribuyente que, con su aporte, paga sus sueldos.

A cambio de la inoperancia, las faltas de respeto, la subestimación a mi inteligencia y la falta de solución al problema que fui a plantear, porque en definitiva el problema no se resolvió. Además, la jefa nunca vino a hablar conmigo. Se quedó parada al lado de la empleada, sin dirigirme la palabra ni siquiera mirarme ni presentarse. Eso se llama «ninguneo».

Estamos pagando sueldos a personas maleducadas, ineficaces y soberbias, que están acostumbradas a tratar con perfiles que no son precisamente el mío.

El sistema 360 no funciona, pero pagamos viajes a Colombia para la IA.

Impuestos, los más altos del partido, y aún así no tenemos cloacas ni red de agua potable. Hemos solicitado luminarias en repetidas ocasiones, pero seguimos enfrentando los mismos y profundos problemas de pozos en la zona donde vivo.

Firma: una ciudadana que cumple con sus obligaciones.

P.D.: ¿Dónde va el dinero de la «tasa de protección ambiental» que nos cobran junto con los impuestos? Es una gran incógnita que tengo y que ni la municipalidad, ni AMIP, ni Atención al Vecino, ni nadie me ha sabido responder.

Cuando planteo esta pregunta, parece molestar porque las actitudes cambian. También se refleja en las expresiones faciales.

¡Exigimos transparencia en las cuentas! Como contribuyentes que pagamos por un servicio, queremos conocer detalladamente en qué se destina nuestro dinero. Esto es algo que debería importarle a todos, guste o no.