La fuerza de la justicia es la razón

Yo odio el odio, cómo lo odio”, Mel Brooks, cómico estadounidense.

Son tiempos turbulentos –y no fue magia- los que sacuden al país por estos días. Ciudadanos de a pie asistimos a una acalorada contienda donde cabe sospechar maniobras oscuras por parte de unos, o intenciones inconfesables por parte de otros, entre nuestros políticos de mayor predicamento, celebridades ya sea por gusto o por obligación, aunque siempre pródigos a la hora de disponer para su propio lucimiento y espectáculo de nuestros recursos y dineros públicos, mientras pululan con viáticos pagos y a todo trapo, en curiosos vuelos que en ocasiones llevan muchos más bolsos que pasajeros, comitiva que será bendecida en el Vaticano, o recibida en el interior del país por muchedumbres cuya logística se  solventa mediante una nómina inagotable de empleos estatales, jubilaciones dadas a troche moche y sin necesidad de demostrar aportes, subsidios a millones de personas en general poco capacitadas y en plena edad laboral, a quienes se les abona a un módico “plan”  mensual sin otra contraprestación que asistir a ciertas marchas proselitistas y comprometer su voto, todo para terminar dejando -¡oh, sorpresa!- un reguero de miseria, exhaustas las arcas públicas, sin mantenimiento adecuado trenes, calles ni submarinos, e inconclusas las faraónicas obras viales en las estepas deshabitadas del sur, pero eso sí, pagadas en su totalidad al viejo compinche de Santa Cruz, devenido en súbito contratista, latifundista y millonario. ¡Combatiendo al capital, cumpa, con la remerita del Che y por la agraria reforma, que viene a ser la reforma agraria pero al revés, todas las tierras para noshotrosh! Y fue con aquel amigo panzón y canoso, quien tantas habitaciones les alquilaba al matrimonio presidencial, que se armó el chanchullo temerario y a la vista de todos, como si de La Carta Robada de Poe se tratase. “El mundo es de los audaces”, diría aquel maléfico Pingüino de la serie Batman. “Es puro lawfare, no existe ninguna prueba” se desgañitan los fieles, como si pudiesen hacer borrón y cuenta nueva con los 4, 6 millones de dólares en la cajita de Florencia en el Galicia, los lucrativos hoteles sin huéspedes, los 70 millones de dólares de D. Muñoz -el difunto secretario de N. Kirchner- en inmuebles a su nombre en los EEUU (“miren al Norte” señaló la viuda- y los investigadores miraron).

Devotos y creyentes insisten en su inocencia, pese a los incompatibles contratos de toma y daca entre Báez y los K, pese a verificarse como cierto cada recorrido descrito en los cuadernos de las coimas y tras confesar numerosos empresarios en sede judicial haber pagado dichos sobornos; escuchados ya los testimonios incriminatorios del valijero L. Fariña y el mea culpa del contador de la familia, V. Manzanares. Constatada la astronómica riqueza declarada por el ignorante Máximo, ajeno a toda fechoría -si bien desde antes de terminar sus estudios o conseguir siquiera su primer empleo (diputado nacional) ya intervenía el vástago presidencial en la marcha de obras públicas durante los gobiernos de sus padres, desinteresada vocación de servicio.

Movimiento que no obstante sus pretendidas victorias (“Ellos ganaron perdiendo y nosotros perdimos ganando”, V. Tolosa Paz, 15 nov, 2021) terminará por autodestruirse y arrastrar en la caída a un país entero, pues el populismo triunfante suele resultar catastrófico para el bienestar de la Nación en su conjunto y para el destino de sus habitantes, inclusive sobre un aparente barril sin fondo como lo son nuestras fértiles pampas. Territorio donde paracaidistas y advenedizos se transforman en saltimbanquis profesionales que pasan por las más diversas carteras (léase, carteras),  adaptándose a nuevos cargos con talentos y capacidades propios de personajes renacentistas, cual cierto intendente -en oportuno uso de licencia- quien no muy lejos de Escobar, fungió como alta autoridad fluvial y apenas meses después pasó a jurar otro cargo en el área de educación (“…que la Patria me lo demande”, hemos oído prometer incontables veces de boca de todos ellos, eso sí… hasta que las papas les queman; entonces: fueros, recusación, chicanas y – última esperanza- una dilatada apelación).

Aunque no resulta aconsejable tentar tanto a la suerte: ahí quedaron los barrotes tapando la sonrisa del winner Amado, la jaula para palomas que enmarca hoy el rictus del arquitecto De Vido, el yate que se convirtió en calabozo para R. Jaime, la omertá post mortem de Lázaro para con su amigo que anda por allá arriba y una nueva sentencia en ciernes contra el conventillero José López. El primo Carlos Santiago Kirchner, su esposa e hijo, también ocupan el banquillo de procesados. Dichas pequeñeces de familia no bastan para que la fiscal Natalia Mercado se declare incompetente y así es que anda investigando (¿?) las torturas y el asesinato en Santa Cruz contra Fabián Gutiérrez, aquel ex secretario de su tía Cristina y testigo arrepentido que colaboró en la causa de los Cuadernos. Cómo va a haber problema con la Fiscal N. Mercado, si ella no juega fútbol en el Liverpool.

Y volviendo a la versatilidad de ciertos funcionarios, no deja de ser admirable la de Malena, consorte de nuestro nuevo presidente blue, el Tigre Massa, una diplomada en ciencias políticas también capaz de gestionar el suministro y la calidad del agua (“hache dos cero”, según CFK) que ingieren millones de bonaerenses.

Eso que los burócratas – especializados, o no – se cuentan por millones con tantos abonados a la gran ubre estatal, parientes y amiguetes designados a dedo y sin mediar concursos, conviven con funcionarios electos cuya holgura, patrimonio y remuneración oficial suelen contrastar en su desproporción con lo que percibe un trabajador ajeno a la política durante toda una vida laboral, salarios tercermundistas y carcomidos día a día por la inflación desenfrenada.

Así las cosas en esta bendita Argentina, poco sorprende que el comportamiento de dicha élite dirigencial, sus añejas discordias (se siguen reprochando actos cometidos 40, 50, 70 años atrás), sus exabruptos, transfugueadas, su falta de transparencia y de palabra, sus privilegios y arbitrariedades en temas tan delicados para la ciudadanía como han sido la vacunación y la cancelación crónica de jornadas escolares, la desaprensión con que se liberó a cerca de 4.500 presidiarios condenados por delitos violentos so pretexto del Covid.  Súmense desaires públicos entre rivales políticos y asimismo mojadas de oreja entre presuntos aliados dentro del mismo Gobierno, el serrucho operando a toda hora, el gatillo fácil que abate a malvivientes, alcanza a policías y mata al ciudadano indefenso -y asimismo fácil el insulto en boca de un Presidente que una y otra vez ahonda su propia fosa, descendiendo hasta los abismos más inicuos de la indignidad, desde aquella noche imborrable de francachela en Olivos.  Ese dedito, sabés qué, gordo,…mejor ponéselo a tu querida Fabiola- he oído alguna vez.

Tiempos tormentosos donde quienes dicen ser líderes representativos y capaces de impulsar progreso y prosperidad para el conjunto de la sociedad han logrado devaluar su imagen no menos que nuestra paupérrima moneda, la cual pronto terminará valiendo menos que el propio papel en que se imprime.

Súmese a esta lamentable paradoja financiera otro cúmulo de absurdos, cuando se pretende subsanar un desequilibrio oponiéndole un nuevo control, crear otro  ministerio deficitario y luego un organismo más -para nuevos empleados amigos, que el curro no se le niega a nadie si total tenemos la maquinita y eso que falló lo de Ciccone-  dando como resultado toda una maraña de discrecionalidad, impedimentos, “peajes”, puestos inútiles y costos burocráticos que vuelven casi imposible tanto  la actividad productiva como el normal funcionamiento del Estado. Ineficacia que se constató una vez más por estos días con los paralizados guardaespaldas de la abeja reina, millones de pesos que se despilfarran por mes en costear su vasta escolta de zánganos e inútiles. Recordemos que la investigación del intento de magnicidio se complica por el formateo “accidental” del teléfono secuestrado al fallido agresor, quien por lo visto de tan atolondrado tampoco supo cargar bien el arma con la cual pensaba cambiar el destino político de un país entero, o acaso inmolarse en el intento, si será ingenuo este killer que en sus ratos libres anda vendiendo nubes de algodón dulce.

Enésima chambonada de las fuerzas de seguridad al destruir valiosas pruebas en su poder y muy en línea con otras estrepitosas investigaciones, llámense atentado contra la AMIA, crimen de J.L. Cabezas, asesinato del fiscal Alberto Nisman – donde también quedaron borradas por inexplicable “torpeza” la memoria de sus dispositivos, lo que se dice una casualidad permanente (Menem dixit). No existen cámaras de vigilancia oficiales en la célebre cuadra de Recoleta, por orden expresa de CFK, ni se pudieron colocar vallas que impidiesen aglomeraciones de militantes por resolución del Juez R. Gallardo.

(Continúa)

Diego Luzuriaga (Belén de Escobar)