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Garín: una mochila perdida en el colectivo desató solidaridad, sospechas y debate vecinal
Garín: una mochila perdida en el colectivo desató solidaridad, sospechas y debate vecinal
Todo comenzó con un pedido desesperado publicado en un grupo de Facebook de Garín. Una abuela relataba con angustia que su nieto había olvidado su mochila en el colectivo 228, junto con la notebook que usaba para estudiar:
«Por favor, mi nieto se olvidó su mochila con las cosas del colegio y su notebook, que la usaba únicamente para estudiar, en el colectivo 228, recorrido Garín-Saavedra. Bajó en la esquina del colegio 24, barrio Cabot. Si alguien sabe algo, comunicarse al número publicado. Gracias».

El mensaje conmovió a cientos de vecinos, que comenzaron a compartir la publicación y dejar palabras de aliento. Muy pronto surgió la esperanza: alguien aseguró que la mochila había sido levantada por una mujer rubia en la zona de San Javier.
«Nos llamaron informando que una señora rubia agarró la mochila. Por si esta señora, o algún familiar, lee esto: devuelva la compu, por favor. Mi nieto la usa para estudiar, no para jugar. Él la está pasando muy mal por todo lo que tenía en esa computadora».
La comunidad se volcó a ayudar con consejos y posibles soluciones: contactar a la empresa de colectivos, pedir las cámaras de seguridad, dejar carteles en las unidades del 228. Cada recomendación era un intento de acercar un poco más la mochila a su dueño.
Pero a medida que pasaban las horas, la esperanza empezaba a mezclarse con la desconfianza. La abuela, con impotencia, escribió:
«La persona que agarró la mochila no tiene intención de devolverla. Ahí adentro estaba el cuaderno de comunicaciones con todos los teléfonos de la familia y del colegio. Y hasta ahora, nada…»
Entonces, la madre recibió una llamada que abrió una nueva puerta:
«Un muchacho me dijo que vio todo. Cuando mi hijo se bajó, una señora tomó la mochila y golpeó el vidrio para que él la viera. Pero él no escuchó. Ese chico creyó que la señora la había devuelto, pero no fue así. Supongo que es de Garín, porque el 228 sale de acá. Si llega a leer esto, le pido por favor que se comunique conmigo. Mi hijo está re angustiado».
Desde entonces, el silencio. Ninguna noticia concreta. La publicación, sin embargo, siguió generando eco entre los vecinos. Algunos descargaban su bronca:
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«Olvidate, mirá si van a devolver una notebook. El que la encontró se hizo el año».
Otros, en cambio, sostenían la esperanza hasta el final:
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«Todavía queda gente buena, no seas negativa».
La historia, por ahora, no tiene desenlace. Pero lo que dejó en Garín fue más fuerte que una computadora perdida: un espejo donde se refleja lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. Entre la sospecha y la ilusión, entre la bronca y la fe, todavía late la pregunta: ¿habrá alguien que devuelva lo que no es suyo?
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