El Gobernador manda fruta

Por D. Luzuriaga (Belén de Escobar), docento y -en sus ratos libres- poeto.

No se lograron lograr esos logros”, Axel Kicillof

Allá por 2019, los votantes bonaerenses repetimos el privilegio de que -por tercera vez consecutiva – un porteño fuese electo gobernador en nuestro terruño. Con frescos y exitosos antecedentes como el motonauta Scioli, proveniente de El Abasto y la ubicua María E. Vidal, quien ahora sigue abonada a la nómina estatal pero otra vez de regreso en CABA, el electorado de la principal provincia del país coincidió en votar mayoritariamente por el recordado ex ministro de Economía, haciendo caso omiso de sus dificultades para distinguir entre naranjas y mandarinas, versión actualizada y sutil de quien no discierne entre peras y manzanas; ejemplo clásico con el que se impugnan comparaciones antojadizas al analizar temas de economía. Lapsus tan pequeño en definitiva como su diminuto emisor, que se compensa con la astucia de Kichi, la cual le permite comprar tomates por docena en la verdulería de su barrio en Parque Chas  (“Compré una docena de tomates a 12 pesos”, A. K. abril de 2014). Que un licenciado experto y con medalla de oro de la UBA sepa abordar de forma tan heterodoxa la comercialización de productos fruto de la economía primaria genera altas expectativas en cuanto a su eclecticismo y capacidad innovadora.

“Vení para acá, vení chiquito” lo emplazó tiempo atrás CFK  (https://www.youtube.com/watch?v=ogCMU4AxJqk) . y como no “pudió” ser de otra manera y que no “haiga” dudas el dócil Chiki asistió raudo al llamado de su jefa, anteponiendo obediencia debida a cualquier atisbo de dignidad personal. En la ley del gallinero el vecino de arriba excreta hacia abajo generando toda una cadena de disvalor donde al sujeto humillado sólo le cabe desquitarse con su inferior en el escalafón.  Los furcios y lapsus del gobernador acaso busquen trasladar aquellas afrentas sufridas en público hacia un auditorio cautivo. El funcionario tendrá su revancha y podrá a su vez lucirse ante una claque de asalariados estatales, planeros,  punteros, cumpas y asimismo alumnos arreados fuera de sus aulas a un patio gélido con el solo fin  de insuflar de autoestima al burócrata, quien a su vez desdeñará la inteligencia de los presentes mientras se glorifica a sí mismo, a su gestión y a su facción, no sin endilgar responsabilidades propias a gobiernos de otro signo y hacer alarde de sus balbuceos y dislates.

La más reciente acometida de Axel en su gesta emancipadora ha sido la proclama “No nos van a explicar desde España cómo tenemos que hablar”. Claro está que -habiendo ya solucionado la mayor parte de los problemas concernientes a vivienda, salud, empleo, infraestructura, inflación e inseguridad- al gobernador bonaerense apenas le restaría resolver algunos asuntos menores en el rubro educativo, de ahí su empeño por abordar cuestiones gramaticales donde sus reconocidas dotes de orador le otorgan amplia autoridad.

Cabe sospechar que su arenga promoviendo la “rebeldía” para “hablar como uno quiere, como una quiere” no estaba dirigida a la RAE sino que se trató de un proyectil hacia la administración de CABA, cuyo opositor jefe de gobierno se exhibe como un rival competitivo de cara a las elecciones presidenciales del año que viene. El decreto en Capital que considera inaceptable en la escuela el uso de la “e”, o las impronunciables “x” y “@” como plurales “no binarios” ha desatado la indignación de los propulsores del lenguaje pretendidamente inclusivo.

Lo que aún no nos explican Kicillof y quienes integran esta comparsa revisionista de la lengua castellana –y oficial según establece nuestra Constitución- es qué debería ocurrir con todo un cúmulo de vocablos habituales que no cuadran con su propuesta de pastiche verbal. Estimades neolingüistas y neolingüistos: De adoptarse vuestro sesudo idiolecto, ¿no sería menester en aras de la coherencia que empecemos a decir “le gente”?  Es que en mi caso particular soy un miembro masculino del colectivo “gente” y cuando oigo “la gente” sé que me discriminan y me siento menoscabado en mi hombría, invisibilizado ex profeso, por no decir emasculado en estos fervorosos tiempos de transexualidad. Y todo aquel que se refiera a mí como “persona” me está mutilando y agrediendo con plena conciencia, simulando desconocer que en mi caso soy “un persono” y así exijo que se me llame, tanto de modo oficial como en el ámbito cotidiano.

A mi esposa le he comunicado -lo consignamos ante escribano- que constituimos “une pareje”, puesto que la forma femenina “pareja” me resulta tan opresiva como sofocante y que cuando nos reunimos con  “le familie” no es que nos la demos de francófonos sino que resulta imperioso deconstruir a dicha institución de su hembrismo ancestral, el cual constriñe y avasalla a los hombres desde tiempos inmemoriales. En cuanto al término “matrimonio” cómo negar que se trata de otra palabra discriminatoria para con el sexo masculino (perdón, “género”)  y en vista de que la palabra “patrimonio” tampoco es inclusiva y ya posee otro significado he decidido denominar a nuestro vínculo conyugal con la palabra “manicomio”, en señal de rebeldía.

El planteo del gobernador resulta por demás oportuno a la hora de instruir a estudiantos y estudiantas ante los complejos desafíos que afronta nuestro idioma (¿nuestra idioma?, ¿nuestre lenguaje?) y profundizan un derrotero ya inaugurado por Kicillof con aquellas derrotas judiciales donde “no se lograron lograr esos logros” ante distintos acreedores internacionales producto de desmanejos diversos durante la gestión de “el  chiquito”  al  comando de la economía nacional y popular, errores que terminaron costándole miles de millones de dólares a los habitantos y habitantas de nuestro país, eso sí, de modo bastante igualitario.